María Jiménez: "Se acabó"
Es como un castigo divino lo que les ha pasado a Mas y compañía: decían que lo de ayer era un plebiscito y no unas elecciones, y al final, van y ganan las elecciones pero pierden el plebiscito, o sea, que les ha estallado el artefacto en sus propias manos, con la agravante de que ahora, como no habían hecho planes para gobernar (ni una palabra de esto en su campaña), sino para independizarse (cosa que no va a suceder), se encuentran perdidos en el espacio y organizados en una coalición que no estaba pensada para gobernar, sino etc., etc., etc. ¿Cómo piensan encajar para formar un gobierno esa portada del Sargent Pepper's que es la lista de Junts pel Sí, con Mas y los suyos, Junqueras y los suyos, Mister Proper, entrenadores de fútbol, cantautores que se van a ir a Senegal, la número 2, la número 3, monjas y otras heterogeneidades? Me temo que ahí va a ser difícil entenderse para repartir tareas de gobierno, y más aún, con unas elecciones generales a dos meses vista, las cuales algo me dice que esta Armada Invencible electoral va a afrontar en plena desbandada.
Lo dicho: ¡se acabó!
La CUP ha advertido ya que, de DUI, nada (DUI es el nombre que le daban a la fantasía esa de la declaración unilateral de independencia), porque no se reúnen las condiciones. Que Mas y los suyos, después de haber estado insistiendo en que la independencia no implicaría salir de Europa, hayan hecho cálculos para sacarla adelante contando con la CUP, un partido inequívocamente antieuropeo, da idea del cinismo de estos señores, de su ambición grosera y de su falta de sensatez, en la que la CUP no está dispuesta a seguirles hasta el final y ya les ha dicho esto que dice María Jiménez en su canción:
No me vengas con pamplinas
ni me pidas que te ayude.
Lo dicho: ¡se acabó!
Otros que deberían ir pensando que también su tiempo se acabó son esos que no se enteran, empezando por José María Aznar, que hoy ha hecho un análisis muy desacertado de la situación del PP, que, según él, de cara a las generales, es la peor posible por culpa, entre otras cosas, de la estrategia de firmeza de Mariano Rajoy en este asunto. Sinceramente pienso que no puede estar más equivocado: aunque el PP ha perdido en Cataluña y Rajoy tiene, es verdad, caudalosas fuentes de impopularidad, no es por estas elecciones, de las que creo que, paradójicamente, ha salido muy fortalecido, como prueba el hecho de que hoy mismo se haya permitido hacer un llamamiento al diálogo, con lo que demuestra que está más lúcido que todos sus adversarios de otros partidos (y del suyo, si hemos de juzgar por el patinazo de Aznar, que parece pensado antes que nada para fastidiar a Rajoy). Después de mantenerse firme ante tanto canto desafinado exigiéndole que dialogara con Mas cuando no debía, porque la única tarjeta de visita de este era una chulesca amenaza de saltarse a la torera leyes y derechos, Rajoy ha lanzado la oferta de diálogo justo en el momento más oportuno: cuando las ínfulas de Mas no tienen ningún agarre, cuando ha perdido el reto y se ha visto que iba de farol, cuando está en una posición de tener que afrontar las responsabilidades de gobernante que lleva años relegando, cuando se le ha cerrado la salida de emergencia de los últimos cinco o seis años, o sea, disfrazarse de antisistema. El diálogo al que otros querían arrojar a Rajoy habría sido sonrojante y muy beneficioso para Mas y sus planes, mientras que ahora no es así. Ahora es Mas quien va a tener que demostrar si quería diálogo de verdad o también en esto iba de farol. Se acabó esta coartada del diálogo, se acabó eso de poner por rutina al representante del Estado central como el malo de la película (particularmente penoso estuvo anoche Pablo Iglesias cuando de lo único que se le ocurrió hablar fue de una amenaza de Rajoy con la vía militar, amenaza que desde luego, yo no recuerdo haber oído). Ese buenismo que han tratado de explotar los "progres", el PSOE, ciertos tertulianos y algunos medios de comunicación, que era tan perverso como disparatado y que les ha dado muy pocos réditos, también se acabó, ¡cuánto daño ha hecho durante lustros ante los sucesivos chantajes nacionalistas! Lo que los votantes han castigado no ha sido esa inventada falta de diálogo, sino el oportunismo de querer desgastar al adversario aun a costa de beneficiar a alguien que llevaba las destructivas intenciones de Artur Mas.
Insisto, pues, en que Aznar se equivoca, no hay que ser cortoplacistas: la jugada de Cataluña, aunque allí el PP haya perdido (de todos modos, no tenía grandes esperanzas), a la larga y en el contexto de unos comicios ante todo el electorado español va a beneficiar a Rajoy, porque una gran parte del electorado español va a valorar que se mantuviera firme en no concederle nada a Mas, como va a valorar la claridad de su postura en las elecciones de ayer. Por contra, en el contexto nacional, somos muchos los que no vamos a ver con buenos ojos la tibieza del PSOE o las inclinaciones identitarias de demasiados miembros del PSC (de allí salió el inefable Frances Oms), ni el vetusto mensaje de libertad de elección de los pueblos y tal que se gasta Podemos. Resulta irónico comprobar como del desafío de Mas, al final, muy probablemente, los más beneficiados vayan a ser dos de sus bestias negras: el PP y Ciudadanos.
Termino ya. Anoche, en una de las conexiones con el local de Ciudadanos, los allí presentes empezaron a corear aquello de "¡Yo soy español, español, español!". Gritar algo así en cualquiera de las comunidades de mandarinato nacionalista ha sido durante ya demasiados años una temeridad, porque en esas comunidades, la catalana y la vasca, se ha proscrito y perseguido todo lo que oliera a español. Es indispensable que esto también se acabe de manera rotunda, es indispensable que se acabe la clandestinidad a que en algunos lugares de España se está sometiendo a lo español, incluso desde estamentos oficiales. Tienen que acabarse las pitadas al himno y al rey, las quemas de banderas, las trabas a ser educado en castellano, el hostigamiento a quienes se expresen en esa lengua, la prohibición de usarla en cualquier ámbito público, el no poder cantar que uno es español, el exilio impuesto a muchos por el nacionalismo, el que policías autonómicas carguen contra aficionados que celebraban la victoria de la selección española, el que en ciudades catalanas se pueda rotular en cualquier lengua menos en la española (cosa que se podría hacer en cualquier lugar del mundo, y que tenemos que ver cómo se prohíbe precisamente en España), el que los símbolos del estado español se arrinconen o incluso se ultrajen... Hay que acabar con eso, ya no por cuestiones identitarias o no identitarias, sino por la mera razón de que la gente tiene derecho a vivir en paz y a que se la respete en todas partes, y más aún, en su propia tierra. Cuando se llegan a dañar la convivencia, la alegría y la concordia, se ha alcanzado un nivel intolerable, y nadie podrá negar que los nacionalistas son expertos en ese tipo de prácticas. Nuestros gobernantes tienen que hacer los mejores esfuerzos para conseguir que esas cosas pasen al olvido. Hoy decía Rajoy que los planes de Mas tenían la desaprobación de las leyes y ahora ha quedado demostrado que también tienen la de la ciudadanía. Es importante que esto se recalque, como también lo sería que quienes han sostenido durante años un proyecto que atentaba contra la integridad de la nación y ha causado importantes brechas sociales paguen el precio de ser mandados al ostracismo político; hay que alejar del poder a los que atentan contra bienes tan sagrados.
Otros que deberían ir pensando que también su tiempo se acabó son esos que no se enteran, empezando por José María Aznar, que hoy ha hecho un análisis muy desacertado de la situación del PP, que, según él, de cara a las generales, es la peor posible por culpa, entre otras cosas, de la estrategia de firmeza de Mariano Rajoy en este asunto. Sinceramente pienso que no puede estar más equivocado: aunque el PP ha perdido en Cataluña y Rajoy tiene, es verdad, caudalosas fuentes de impopularidad, no es por estas elecciones, de las que creo que, paradójicamente, ha salido muy fortalecido, como prueba el hecho de que hoy mismo se haya permitido hacer un llamamiento al diálogo, con lo que demuestra que está más lúcido que todos sus adversarios de otros partidos (y del suyo, si hemos de juzgar por el patinazo de Aznar, que parece pensado antes que nada para fastidiar a Rajoy). Después de mantenerse firme ante tanto canto desafinado exigiéndole que dialogara con Mas cuando no debía, porque la única tarjeta de visita de este era una chulesca amenaza de saltarse a la torera leyes y derechos, Rajoy ha lanzado la oferta de diálogo justo en el momento más oportuno: cuando las ínfulas de Mas no tienen ningún agarre, cuando ha perdido el reto y se ha visto que iba de farol, cuando está en una posición de tener que afrontar las responsabilidades de gobernante que lleva años relegando, cuando se le ha cerrado la salida de emergencia de los últimos cinco o seis años, o sea, disfrazarse de antisistema. El diálogo al que otros querían arrojar a Rajoy habría sido sonrojante y muy beneficioso para Mas y sus planes, mientras que ahora no es así. Ahora es Mas quien va a tener que demostrar si quería diálogo de verdad o también en esto iba de farol. Se acabó esta coartada del diálogo, se acabó eso de poner por rutina al representante del Estado central como el malo de la película (particularmente penoso estuvo anoche Pablo Iglesias cuando de lo único que se le ocurrió hablar fue de una amenaza de Rajoy con la vía militar, amenaza que desde luego, yo no recuerdo haber oído). Ese buenismo que han tratado de explotar los "progres", el PSOE, ciertos tertulianos y algunos medios de comunicación, que era tan perverso como disparatado y que les ha dado muy pocos réditos, también se acabó, ¡cuánto daño ha hecho durante lustros ante los sucesivos chantajes nacionalistas! Lo que los votantes han castigado no ha sido esa inventada falta de diálogo, sino el oportunismo de querer desgastar al adversario aun a costa de beneficiar a alguien que llevaba las destructivas intenciones de Artur Mas.
Insisto, pues, en que Aznar se equivoca, no hay que ser cortoplacistas: la jugada de Cataluña, aunque allí el PP haya perdido (de todos modos, no tenía grandes esperanzas), a la larga y en el contexto de unos comicios ante todo el electorado español va a beneficiar a Rajoy, porque una gran parte del electorado español va a valorar que se mantuviera firme en no concederle nada a Mas, como va a valorar la claridad de su postura en las elecciones de ayer. Por contra, en el contexto nacional, somos muchos los que no vamos a ver con buenos ojos la tibieza del PSOE o las inclinaciones identitarias de demasiados miembros del PSC (de allí salió el inefable Frances Oms), ni el vetusto mensaje de libertad de elección de los pueblos y tal que se gasta Podemos. Resulta irónico comprobar como del desafío de Mas, al final, muy probablemente, los más beneficiados vayan a ser dos de sus bestias negras: el PP y Ciudadanos.
Termino ya. Anoche, en una de las conexiones con el local de Ciudadanos, los allí presentes empezaron a corear aquello de "¡Yo soy español, español, español!". Gritar algo así en cualquiera de las comunidades de mandarinato nacionalista ha sido durante ya demasiados años una temeridad, porque en esas comunidades, la catalana y la vasca, se ha proscrito y perseguido todo lo que oliera a español. Es indispensable que esto también se acabe de manera rotunda, es indispensable que se acabe la clandestinidad a que en algunos lugares de España se está sometiendo a lo español, incluso desde estamentos oficiales. Tienen que acabarse las pitadas al himno y al rey, las quemas de banderas, las trabas a ser educado en castellano, el hostigamiento a quienes se expresen en esa lengua, la prohibición de usarla en cualquier ámbito público, el no poder cantar que uno es español, el exilio impuesto a muchos por el nacionalismo, el que policías autonómicas carguen contra aficionados que celebraban la victoria de la selección española, el que en ciudades catalanas se pueda rotular en cualquier lengua menos en la española (cosa que se podría hacer en cualquier lugar del mundo, y que tenemos que ver cómo se prohíbe precisamente en España), el que los símbolos del estado español se arrinconen o incluso se ultrajen... Hay que acabar con eso, ya no por cuestiones identitarias o no identitarias, sino por la mera razón de que la gente tiene derecho a vivir en paz y a que se la respete en todas partes, y más aún, en su propia tierra. Cuando se llegan a dañar la convivencia, la alegría y la concordia, se ha alcanzado un nivel intolerable, y nadie podrá negar que los nacionalistas son expertos en ese tipo de prácticas. Nuestros gobernantes tienen que hacer los mejores esfuerzos para conseguir que esas cosas pasen al olvido. Hoy decía Rajoy que los planes de Mas tenían la desaprobación de las leyes y ahora ha quedado demostrado que también tienen la de la ciudadanía. Es importante que esto se recalque, como también lo sería que quienes han sostenido durante años un proyecto que atentaba contra la integridad de la nación y ha causado importantes brechas sociales paguen el precio de ser mandados al ostracismo político; hay que alejar del poder a los que atentan contra bienes tan sagrados.