Todos estamos viendo cómo en los últimos tiempos la agresividad verbal de los independentistas catalanes está disparando su ya de por sí elevado tono, lo que se concreta en la multiplicación de mensajes rebosantes de jactancia, desprecio, insultos y amenazas. Si me lío a poner enlaces, me sale un artículo de seis páginas, así que me limitaré a poner como ejemplo el maratón de prepotencia en que se ha embarcado en apenas unos días Jordi Turull, nada menos que consejero de Presidencia y portavoz del Gobierno autonómico catalán, amenazando, riéndose del Tribunal de Cuentas o, por otro lado, soltando esa bravata de los hiperventilados y los tiquismiquis. Es asombroso: tiene uno que mirar diez veces la noticia para convencerse de que la persona que se pronuncia en estos términos no es un matón de taberna, sino lo equivalente a ministro de un Gobierno del que es el mensajero oficial. Pero es también un tanto absurdo asombrarse, dados los actos y desafíos delirantes que estamos viendo perpetrar a ese Gobierno, actos que ofenden no ya al sentido democrático, sino a la propia racionalidad.
Entre los últimos, los más alarmantes sin duda han sido los cortes de cabezas, en un vuelco político de tufos revolucionarios en el peor sentido de la palabra. Y la culminación han sido los relevos en Interior y los Mossos D'Esqudra, que han quedado en manos, respectivamente, de Joaquim Forn y Pere Soler, dos extremistas cuyo currículum y primeros pasos ponen los pelos de punta. Ya en 2012, a propósito de unas declaraciones del entonces consejero de Interior Felip Puig en torno precisamente a los Mossos D'Esqudra, empecé a hablar del guerracivilismo de los separatistas catalanes, y muchos me llamaron exagerado, lo que también me sucedió cuando después empecé a comparar el procés con un golpe de estado, cosa que ya están haciendo otros muchos, entre ellos, Sociedad Civil Catalana, que sabe de qué habla. Si unimos lo que ya en 2012 decía Felip Puig con lo que está pasando ahora, ya no puede quedarle duda a nadie de lo que algunos hemos visto siempre: que estos señores van terriblemente en serio en sus propósitos golpistas y su talante guerracivilista.
Otra consecuencia de esta chifladura valleinclanesca es que, más tarde o más temprano, dado que la cosa ya se parece cada vez menos a un juego y estas acciones generarán responsabilidades acordes con su gravedad, es muy probable que algunas o muchas de estas personas hoy tan aguerridas acaben mañana en la cárcel. Lo digo ahora, veremos lo que acaba ocurriendo.