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viernes, 29 de diciembre de 2017

Mierda sobre una víctima (pero no importa: era un hombre)

   Ayer nos llegaba la trágica noticia de que un joven de 26 años había sido asesinado por el marido de la mujer con la que mantenía una relación sentimental. El hecho ocurrió en Medina del Campo y hoy es analizado más a fondo por El Español en un artículo que os recomiendo que leáis, sobre todo, a los que creíais que ya estabais curados de espanto. 
   Los hechos esenciales parecen ser estos: la víctima, cuyas iniciales son J. M. G. G., mantenía una relación sentimental con una compañera de trabajo de 40 años llamada Pilar. Esta seguía viviendo en el mismo domicilio que su marido, Miguel Ángel López, de 41 años, con el que tiene un hijo de nueve, pero ni hacían vida común ni tenían concluida la separación que ya estaba en trámite. La noche del miércoles 27 de diciembre, Pilar, acompañada del fallecido, fue a casa de sus suegros para llevarse a su hijo, pero, mientras estaban allí, apareció Miguel Ángel, estalló una discusión y el final fue que este apuñaló mortalmente a J. M. G. G. 
   Da la triste impresión de que, como a menudo sucede, la peor parte se la llevó el que menos culpa tenía, a no ser que consideremos culpa el entablar una relación con una mujer cuyo matrimonio estaba roto o el querer atemperar la tormenta, como parece ser que intentó la víctima. Y, como también sucede a menudo, da la impresión de que J. M. lleva camino de ser doble, triple o cuádruplemente victimizado, a juzgar por ciertos extremos que encontramos en el artículo de El Español
   El reportaje está focalizado desde el principio en el agresor, ya que el titular comienza con este entrecomillado puesto en su boca: "¿Qué he hecho?" Parece clara la intención de descargarle, confirmada en el hecho de que muy pronto pasa a ser aludido con el sobrenombre de Terre (o sea, ese chavalín un poco alocado que era de pequeño) y también, por ejemplo, en estas palabras:
    “Inmediatamente después de ver lo que había hecho, Terre se asustó y bajó corriendo a la calle, quería ver qué había pasado, no se lo creía, se le había ido la cabeza, él no era así. Gritaba ‘qué he hecho’ y preguntaba qué le había pasado al hombre.
   ¡Pobre muchacho, él no quería! ¿De quién obtiene El Español esos enternecedores matices? De un amigo de la familia de Terre. Deberían ser un poquito serios, pues, sin negar que es muy probable que en efecto Miguel Ángel López sea una víctima de sí mismo, el hecho sustancial es  que ha quitado la vida a un semejante: este es un caso trágico, hay una persona muerta, así que, por ética periodística y, todavía más, por mera decencia, deberían evitar los sesgos, pero ya es el colmo que se inclinen hacia los favorables al personaje que ha matado a otro de una puñalada. Y es que además la cosa no se queda ahí: si avanzamos, descubrimos que resulta que Terre no es así, nos lo dicen sus amigos: es fresador, forma parte de Kain (una banda de música heavy con la que ha dado conciertos), llevaba 15 años casado con Pilar a pesar de los problemas, no tiene antecedentes, no es violento...
    Una montaña de detalles: ¿se pretenderá con ellos tapar el no pequeño hecho de que ha matado a un hombre que no le había hecho nada?  ¿Es posible tal cosa? Si es así, me ratifico en lo de la doble victimización de ese hombre, quien, por cierto, a lo largo del muy extenso reportaje es objeto de una casi completa omisión: más victimización. 
     Y la cosa no se queda aquí, sino que se dispara, mirad esta frase del final del artículo: 
     Lo que creían una reyerta de bar ha acabado con un asesinato. La pareja, que residía en el pueblo colindante, era conocida por todos. Miguel Ángel, Terremoto, mató al amante de Pilar.
     "Reyerta de bar", "el amante de Pilar"...: ¡qué términos, qué encanallamiento de la imagen del fallecido!: ¿es esto echarle mierda encima o no lo es? 
    La última paletada viene a propósito de la violencia de género, ya que, dado el marco sentimental en que se ha producido este suceso, surge una duda: ¿se trataría de un caso de ese tipo de violencia? Sobre ello se especula en el artículo a partir de un encabezamiento aparte. Creo que deberíais leerlo con atención, porque es una muestra muy expresiva del aberrante delirio en que hemos caído en España con este asunto, el cual es sin duda una lacra que debe combatirse mediante medidas de especial protección a la población femenina, blanco muy preferente de estos crímenes, pero lo que ya no es admisible es que nos haya traído a algo que, con la experiencia en la mano, nadie podría negar: la existencia de víctimas de diferente categoría. Miremos, por ejemplo, el análisis de la noticia que llevo hecho hasta aquí: una de las cosas que hemos aprendido con la violencia de género es que, si va a representar que lo retratamos como un pobrecito inofensivo, debemos huir de hacer semblanzas del asesino como una persona afable y normal, incluso aunque lo sea: esto ya hace tiempo que se evita y hasta está mal visto en los casos de violencia de género, pero, por lo que podemos ver con el artículo de El español, si el muerto es un hombre, todavía vale. Y no se trata de ocultar el verdadero perfil del criminal, se trata de evitar que se nos vaya la mano y acabe pareciendo que la víctima es él, cosa que ha ocurrido, me temo, en este artículo: si es un error cuando la víctima es una mujer, lo es también cuando la víctima es un hombre, a no ser que estemos dispuestos a discriminar a las víctimas por razones de género. 
     Pero ya digo que en el artículo vemos cosas que van más lejos y resultan un tanto grotescas y hasta dolorosas. Si os fijáis, desde el momento en que sale a colación el tema de la violencia de género, la víctima real, ese J. M. G. G. que ha perdido de forma efectiva su vida en este episodio, ya pasa definitivamente al olvido, porque a partir de ahí ya solo se habla de los efectos sobre la mujer: de si el criminal quería demostrar su posesión sobre ella, de si lo que pretendía matando a su pareja era hacerle daño a ella, de que sería en efecto violencia de género si la víctima, en vez de ser un amigo de Pilar, hubiera sido una amiga...: aberrante. Pero no debemos preocuparnos: no es violencia de género, como nos deja claro la abogada Ruth Sala, quien explica que la violencia de género "es un concepto jurídico que significa violencia del hombre sobre la mujer".  Y la psicóloga Lidia Mendieta precisa aún más:
    Yo lo llamaría violencia sin más, fue un acto violento, no enmarcado en un escenario de violencia de género, ni machista, ese tipo de violencia se reserva a la que se da del hombre sobre la mujer”
    Aclaro que las negritas no son mías, sino que las pone El Español. Podemos, pues, respirar tranquilos: no se va a tratar como violencia de género lo que fue un acto de violencia sin más, así que la discriminación positiva queda completamente a salvo. Supongo que algun@s se sentirán muy aliviad@s.  

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