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miércoles, 20 de diciembre de 2017

Cataluña batasunizada

   Hace algo más de dos años, con motivo de las demostraciones de victimismo y acoso a la Justicia que los independentistas catalanes organizaron cuando les tocó rendir cuentas por su primer referéndum golpista, escribí un artículo titulado Batasunización, en el cual daba cuenta de mi inquietud ante el uso que esta corriente política estaba haciendo de una de sus formas preferidas de violencia: la intimidación. Esa práctica, junto a otras como el hostigamiento, las manifestaciones o concentraciones con conductas agresivas, el acoso segregador (ese acoso que ha forzado a miles de personas a exiliarse de Cataluña, pero a exiliarse de verdad, y no a fugarse de la Justicia como Puigdemont), el insulto, las quemas de banderas y otros actos violentos de diversa intensidad, han materializado un clima de miedo y amenaza que hoy en día es incontrovertible (en realidad, lo era ya desde hace muchos años) y que permite afirmar de manera rotunda que Cataluña está ya completamente batasunizada. Si Artur Mas pretendió en 2012 incendiar la comunidad que entonces presidía para conseguir sus (des)propósitos, no cabe duda de que en lo primero ha tenido éxito, hay que felictarle. Que organizaciones como la CUP o Arran tengan hoy en Cataluña la notoriedad que tienen no hace más que corroborarlo; ya estamos pagando una factura de zozobra social y política por ello, veremos a cuánto asciende al final. Como siempre, os dejo aquí unos enlaces (alguno, muy recientito) en apoyo de lo que digo:
   -Exiliados por el catalanismo: familias.
   -Exiliados por el catalanismo: 14.000 profesores en los años 80 (y son solo una parte).
   -La guerra sucia del independentismo catalán: la violencia.
   Es necesario recalcar que, en lo tocante a los exiliados, no los ha habido solo en el ámbito educativo, sino que los hay de otros muchos: los que tuvieron que dejar el barrio, los que tuvieron que dejar el trabajo (en el sector público y en el privado), los personajes incómodos como Boadella... ¿A cuántas personas habrá echado ya de Cataluña la imposición del catalán y de la ideología independentista? No sé si estará hecho el cálculo, pero seguro que de los cien mil no bajan. El fanatismo violento, segregador y totalitario de los independentistas es implacable y aun hoy, víspera de las elecciones, quienes lo profesan alardean impúdicamente de que van a seguir con sus planes separatistas a pesar de los pesares, a pesar de que los responsables del 1-O tienen aún que vérselas con la Justicia. Sus actos, sus palabras y sus posturas solo inspiran miedo y pesimismo, hasta el propio Josep Borrell lo manifestó ayer con toda claridad: "Si seguimos erre que erre con la independencia, llegaremos a las manos". Vuestro amigo el guachimán (que no es nadie) lleva ya bastante tiempo diciendo que esto puede acabar en guerra civil, pero ahora se atreve a insinuarlo un personaje de la importancia y el conocimiento que posee Borrell: cuando alguien de su moderación y su proyección pública se atreve a expresar en voz alta este temor, sería una insensatez empeñarnos en la táctica del avestruz que lleva años practicando la sociedad española.
    Ojalá Borrell y vuestro humilde servidor nos estemos pasando de pesimistas, ojalá a partir de mañana la abominable amenaza del independentismo dé un buen paso  hacia el olvido. Sea lo que sea, a Mas, Rovira, Puigdemont, Junqueras, Turull, Rull, los Jordis y demás conspiradores la Justicia no los va a olvidar, que nadie se haga ilusiones con eso.
    

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