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jueves, 21 de septiembre de 2017

Praxis educativa. 24: el crimen del calendario

   Siguiendo los pasos de Valencia y Cantabria, la comunidad de Madrid (y creo que algunas más, pero no sé cuáles) se ha decidido por fin en su calendario escolar para el curso 17 - 18 a perpetrar el crimen de trasladar a junio las pruebas extraordinarias que de toda la vida se han celebrado en septiembre. Como establece el artículo 3 de ese calendario oficial, en los IES, centros de FP y similares, las actividades lectivas terminarán el 22 de junio de 2018 y la evaluación final ordinaria deberá estar concluida antes del 8 de junio. En el lapso que queda entre las dos fechas, lo que habrá que hacer será lo siguiente: 
   -Con los alumnos que ya estén aprobados desde el día 8, tenerlos dos semanas entretenidos con lo que la norma llama "actividades de ampliación".
    -Con los que estén suspensos, desbrozando la hojarasca terminológica de la norma, una preparación para las pruebas extraordinarias y esas mismas pruebas, que podrán alargarse hasta el día 26.
    Llevo mucho tiempo previendo que nuestros "responsables" políticos acabarían perpetrando este atropello y señalando que no hay razones pedagógicas para llevar a cabo una medida así, la cual solo se sustenta en motivaciones de cálculo político, en especial, la de colgarse la medalla de haber acabado con esas impopulares vacaciones de los profesores (pues, con reclamaciones y demás, a muchos les va a tocar perder días de julio), para apuntarse un tanto demagógico en la eterna campaña electoral en que viven nuestros políticos. Hace unos días, me comentaba una amiga que este cambio también podría perseguir un ahorro en los sueldos vacacionales de los interinos, no lo sé, pero tampoco sería extraño. Frente a esto, se me ocurren unas cuantas objeciones muy serias que paso a referir: 
    1.- Representa un auténtico despropósito condenar a un alumno que ya lleva encima la saturación de todo un curso a afrontar esos exámenes extraordinarios dos semanas después del final de la actividad regular, semanas que se nos quieren colar como un periodo de preparación, pasando por alto que este, dadas las circunstancias en que se sitúa, va a ser en realidad una tortura de eficacia nula, lo afirma alguien que lleva décadas viendo la desgana con que los alumnos llegan al mes de junio. ¿Cree acaso el legislador que, porque él lo diga en una orden oficial, los alumnos van a estar superenérgicos, motivadísimos e inmunes al calor entre los días 8 y 22 de junio? Mucho confía en sus virtudes y en las de los boletines oficiales. ¿Por qué tenemos que sufrir en la enseñanza que se legisle con absoluto desprecio de la realidad y de las personas? 
    2.- Por lo mismo, siempre he defendido la idoneidad de las pruebas de septiembre, porque dejan al alumno tiempo suficiente para tres cosas muy importantes: descansar del curso, preparar sus pruebas extraordinarias y reflexionar sobre sus errores. Esto último lo podrá hacer reforzado además por la visión de ese verano descargado de responsabilidades de que disfrutan los compañeros que lo han aprobado todo.
    3.- Esa visualización de que le va mejor al que estudia, la vamos a perder con el nuevo calendario. Como (por desgracia) parece norma en este sistema educativo nuestro, nos hallamos nuevamente ante una penalización disparada contra los alumnos que han cumplido con sus obligaciones: ¿por qué se les toma como rehenes y se les obliga a estar dos semanas en el centro aunque ya hayan aprobado su curso? Eso de las "actividades de ampliación" es una sandez insultante: ¿para qué las quieren? ¿Acaso no han realizado ya las que debían? ¿O es que el legislador está mandando el mensaje subliminal de que aquí se programan cursos de contenidos insuficientes? ¡Con qué facilidad castiga nuestro sistema al que no lo merece y desalienta así al que demuestra mérito, seriedad o esfuerzo!  ¿Se imaginan en la Consejería el agrado con que van a recibir esos alumnos esta absurda medida, esta penalización gratuita e injusta? Deberían entender los responsables de educación que nuestros alumnos ni son idiotas ni se merecen zarandeos caprichosos. 
    4.- Tómese además en consideración el desbarajuste en que se va a convertir el final de curso: a 8 de junio, tendrán que estar resueltas las evaluaciones ordinarias, lo cual representa que, hacia finales de mayo, se harán las últimas pruebas regulares de la tercera evaluación; en la primera semana de junio, los exámenes globales de suficiencia para quienes hayan suspendido (supongo que el legislador no habrá contado con que esto se quite) y, por último, a partir del 22, las pruebas extraordinarias. Resultado: en un mes o menos, los alumnos con asignaturas suspensas tendrán que hacer frente a tres tandas de exámenes: ¿a nadie en la Consejería se le ha ocurrido que esto es una locura? ¿De verdad creen que este calendario ofrece el menor beneficio educativo? ¿Y los sindicatos, qué opinan? Al principio de la orden que establece este calendario, se dice que "han sido oídas las organizaciones representativas del profesorado": ¿es que no han tenido nada que decir, es que han estado de acuerdo o es que no se les ha hecho ni el menor caso? Ya me gustaría saberlo. 
    Sería deseable que, por una vez en la vida, hubiera gobernantes que reflexionasen y, para el curso 18 - 19, volviéramos a las pruebas de septiembre. Ya veremos dentro de un año.   

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