La cobra de Bisbal haciéndole los coros a su jefe
Por pura casualidad, el reencuentro de los triunfitos que Televisión Española nos endilgó el pasado lunes me pilló cenando con unos amigos y familiares, y todos los presentes coincidimos en dos cosas: primera: que aquello era una birria; segunda: que tal calificativo se amplificaba si se tenía en cuenta además la inmisericorde machaconería con que se había anunciado el evento. Al día siguiente, gran parte de los medios de comunicación coincidían con nosotros, pero lo estropearon sacándose de la manga otro suplicio inane con el que marearnos: la cobra de Bisbal. Que nadie espere que explique en qué consiste esto, porque, además de que me niego, voy a dar un dato: la imagen de ahí arriba la he sacado de Google - imágenes: he escrito la palabra "cobra", he pulsado BUSCAR y... adivinad quiénes salían en seis de las ocho primeras imágenes. No tenemos arreglo.
Parece ser que, dos días antes de que tengamos por fin el Gobierno que se ha demorado casi un año, aquí lo que importa son cosas como la cobra de Bisbal, los disparates de Rufián (a cuyo demencial discurso
alguien le ha puesto un cuatro en gramática) o el simpático intercambio de tuits entre parlamentarios de esa izquierda que me temo que no va a tardar en saborear los amargores de la automarginación a la que se ha arrojado ella solita.
Solo el esfuerzo en el aula puede compensar la desigualdad social.
O a lo que señala Xavier Massó en sus dos últimos e interesantísimos artículos sobre ese pacto educativo (¿qué nueva catástrofe nos estarán preparando mientras nos hallamos hipnotizados por los ofidios?) que se nos viene encima,
de uno de los cuales entresaco esta cita:
Pero no asistiremos, mucho me temo, a ningún debate sobre la mercantilización de la enseñanza, o sobre el engaño de la escuela inclusiva, o sobre la cultura del esfuerzo, o sobre los charlatanes educativos... Esto, todo esto, ya está tácitamente consensuado y, perdón por la expresión, "maricón el último".
Perdonado, Xavier, y me temo yo también que, en efecto, no asistiremos a ningún debate sobre esas cosas, faltaría más, teniendo como ya tenemos la cobra de Bisbal para entretenernos. Otro debate al que no asistiremos, quizás por aquello que mencionas tú de la mercantilización, es el del papel real de las nuevas tecnologías en la educación, sobre el
que pone el dedo en la llaga Manfred Spitzer, otro señor al que quizás deberíamos prestar alguna atención, quien dice:
Móviles y ordenadores en las aulas dificultan el aprendizaje.
Son cosas serias, sí, pero, no seamos cenizos: ¿a quién le va a interesar lo que decís tú, Alberto o el señor Spitzer en un país que ya tiene la cobra o se halla empeñado en una cruzada que cuatro irresponsables han levantado para acabar de una vez con los deberes? Y ya sabes el respaldo que les están dando los medios comunicativos más poderosos: hoy mismo, en el telediario de TVE 1, ha vuelto a salir pontificando el señor ese de la CEAPA, que sin duda es quien más sabe del tema. La noticia la han cerrado con una frase que, sesgadamente, ponía el abandono escolar en relación directa con la cantidad de deberes, una manipulación sonrojante.
La cobra de Bisbal, las insensateces de Rufián, los tuits envenenados y la cruzada contra los deberes: ¿no nos estaremos pareciendo cada vez más a la España de Goya? O a lo mejor es que nunca habíamos dejado de parecernos: seré yo el que, como siempre, se equivoca.