Libros que he publicado

-LA ESCUELA INSUSTANCIAL. Sobre la urgente necesidad de derogar la LOMLOE. -EL CAZADOR EMBOSCADO. Novela. ¿Es posible reinsertar a un violador asesino? -EL VIENTO DEL OLVIDO. Una historia real sobre dos asesinados en la retaguardia republicana. -JUNTA FINAL. Un relato breve que disecciona el mercadeo de las juntas de evaluación (ACCESO GRATUITO EN LA COLUMNA DE LA DERECHA). -CRÓNICAS DE LAS TINIEBLAS. Tres novelas breves de terror. -LO QUE ESTAMOS CONSTRUYENDO. Conflictividad, vaciado de contenidos y otros males de la enseñanza actual. -EL MOLINO DE LA BARBOLLA. Novela juvenil. Una historia de terror en un marco rural. -LA REPÚBLICA MEJOR. Para que no olvidemos a los cientos de jóvenes a los que destrozó la mili. -EL ÁNGULO OSCURO. Novela juvenil. Dos chicos investigan la muerte de una compañera de instituto. PULSANDO LAS CUBIERTAS (en la columna de la derecha), se accede a información más amplia. Si os interesan, mandadme un correo a esta dirección:
repmejor@gmail.com

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domingo, 17 de abril de 2016

Puesto ya el pie en el estribo: 400 años sin Cervantes

   Estoy recopilando información para una actividad en el instituto que girará en torno al prólogo de Los trabajos de Persiles y Sigismunda, última obra de las escritas por Cervantes (salió a la luz en 1617, con él ya muerto), y, además de este interesante artículo, encuentro esta pequeña noticia en la que Andrés Trapiello pone por las nubes el texto con que Cervantes encabezó su obra póstuma. Me alegra coincidir con Trapiello, pues soy de los que piensan que las dos páginas que constituyen el prólogo del Persiles son las mejores y más emocionantes de las que escribió el genial autor del Quijote.  Podéis leerlas aquí:
   El día 21 de abril, en la entrega de premios del concurso literario de mi instituto, comenzaremos leyéndolo, ya que viene muy a propósito en un acto que aprovecharemos para rendir homenaje a Cervantes en el 400 aniversario de su muerte. Y viene a propósito porque su autor nos relata en él una anécdota tal vez real en la que nos habla de muchas cosas: de un rutinario viaje de retorno a Madrid, de un "estudiante pardal" que, por el camino, se les une a él y a sus amigos en ese viaje, de la reverencial admiración de ese estudiante cuando descubre que en ese grupillo al que se ha agregado va don Miguel de Cervantes, del presentimiento que este tenía de su ya próxima muerte... Tan certero es en esto, que sitúa el fin de sus días a lo más tardar en el cercano domingo, y la muerte, quizás por no dejarle mentir, se le presentó el sábado.
   Este prólogo debió de ser lo penúltimo que escribió Cervantes, pues lo último fue sin duda la dedicatoria de ese mismo libro al conde de Lemos, en la que dice: "Ayer me dieron la Extremaunción, y hoy escribo esta", justo después de haber dejado testimonio de que su buen humor le acompañó hasta el fin escribiendo estos versos, ligera modificación de una famosa copla:
                                                         Puesto ya el pie en el estribo,
                                                         con las ansias de la muerte,
                                                         gran señor, esta te escribo.
   ¿Acaso no sería suficiente todo esto para que la lectura del prólogo del Persiles (y hasta de la dedicatoria) ocasionara una vibrante emoción? Yo, desde luego, jamás he podido evitar que me la produjera. Tal vez sea porque, con ser mucho, lo que he expuesto hasta aquí no es todo, sino que hay aún un factor más, sin duda, el más grandioso: lo que más brilla en ese prólogo no es lo que se nos cuenta, sino cómo se nos cuenta. Cervantes, un genio consagrado ya por la admiración de muchos, habla de sí mismo despojándose de toda soberbia y llamando "baratijas" a todos los elogios que acaba de dedicarle el estudiante, muestra un humor fino y bondadoso, se refiere a su muerte que sabe inevitable con un estoicismo elegante e irónico, aunque sus palabras finales (¿podía ser de otro modo?) se empañen de tristeza, tristeza que contrapesa con otras de contento y regocijo. Alguien podrá decir que son tópicos, tópicos viejos, que se percibe ahí el de la falsa modestia, preceptuado ya por los retóricos medievales, pero ¿de verdad fue falsa alguna vez la modestia de Cervantes? ¿De verdad necesitaba para nada falsificar la modestia alguien que demostraba saber a la perfección que su muerte era cuestión de días? No parece que sea el caso de Cervantes, con lo que la mayor virtud del prólogo del Persiles es sin duda la autenticidad de su voz, que consigue el milagro de que casi, con sus palabras sencillas y sentidas, podamos ver a nuestro lado a Miguel de Cervantes hablándonos de tú a tú, despidiéndose cálidamente de nosotros como un amigo.


  

martes, 5 de abril de 2016

Tres escenas catalanenses

    En los últimos días, han salido reflejados en la prensa tres episodios que considero ilustrativos del clima del deterioro de la convivencia a que se ha llegado en Cataluña, deterioro que es responsabilidad exclusiva de las ambiciones y desafueros del independentismo. Veámoslos  brevemente uno por uno.
   1. Félix de Azúa y la distribución al por menor de pescado. Han levantado una considerable polvareda estas palabras de Félix de Azúa acerca de Ada Colau: "Una ciudad civilizada y europea como Barcelona tiene como alcaldesa a Colau, una cosa de risa. Una mujer que debería estar sirviendo en un puesto de pescado".  No ha podido ser más torpe el académico en sus últimas palabras, ya que encierran un innegable clasismo y corresponden a una mentalidad y un lenguaje arcaicos y trasnochados, precisamente, por ese clasismo. Deben por tanto ser condenadas y extrañan en alguien de la formación de Félix de Azúa. Dicho esto, querría hacer algunas precisiones. Primera: que lo único condenable de las palabras de Azúa es ese zafio clasismo, lo digo porque también he visto por ahí que se le acusaba de machista, cosa que me hace ponerme en guardia, porque hay por ahí ciertos sectores ultrafeministas que sacralizan a la figura de la mujer y te lanzan el anatema de machista a la más mínima, por no hablar de las políticas que recurren a él cuando se quedan sin argumentos. Segunda: en esa entrevista, Azúa no demuestra nada especial contra Ada Colau, sino que es tan crítico con todo que hasta el periodista llega en algún momento a decirle que su discurso es desolador, y hay que señalar que la mayoría de sus críticas tenían, como mínimo, algún fundamento. Tercera: las palabras sobre Colau, en realidad, la traen a ese discurso supercrítico solo de refilón, ya que, como puede verse incluso en las que yo he citado, están inscritas en un problema mayor: el del deterioro de la vida social, política y cultural en Barcelona en particular y en Cataluña en general. Acerca de esto, Azúa (que, como exiliado del independentismo, sabe muy bien de qué habla) dice algunas cosas muy graves y certeras, como que la situación allí es grotesca, que en las escuelas se enseña el odio a los españoles y que lo que domina allí es un fascismo que recuerda al País Vasco de la época de ETA. Estas cosas sí que eran importantes, mucho más que ese exceso tontorrón de la pescadera, ha sido una lástima que el propio Azúa haya conseguido que quedaran eclipsadas. En todo caso, para terminar, supongo que está claro que Ada Colau puede ser criticada como cualquier otro, más aún: creo que está haciendo sobrados méritos para ganarse muchas críticas, pero esto ya es otra historia. 
     Los que queráis ver completa la entrevista de Félix de Azúa, pinchad este enlace: Félix de Azúa en Tiempo
     Post scripta: mientras estoy escribiendo este artículo, escucho en el informativo de Radio Nacional de las 14:00 que se ha formado una plataforma autodenominada ciudadana que pide que se expulse a Félix de Azúa de la Real Academia Española por lo de Ada Colau, en otras palabras: ¡a la hoguera con ese hereje por haber osado blasfemar contra Santa Alcaldesa de Barcelona!: como ya he dicho una y mil veces, la corrección política es la Santa Inquisición de nuestros tiempos.  
     2. ¿Será la casa de Albert Boadella el punto limpio de su pueblo? A propósito de ese fascismo nacionalista de Cataluña que muchos denuncian hoy en día, encontramos una noticia sobre otro ilustre exiliado del independentismo catalán, Albert Boadella, en la que afirma que "en España, la ultraderecha se llama nacionalismo".  Cuenta el dramaturgo que en su pueblo, Jafre (Gerona), le están sometiendo a cobardes actos vandálicos de acoso, tales como estropearle las chumberas de su jardín, talarle los árboles o echarle bolsas de basura por encima de la tapia, porque un día se le ocurrió pedir que retirasen una estelada del campanario de la iglesia. Un nuevo episodio de totalitarismo nacionalista, sí señor, pero merece la pena leer el artículo completo, ya que Albert Boadella, auténtico experto ya desde la época de Franco en sufrir acosos fascistas e inquisitoriales, hace una magistral disección de cómo se producen en la actualidad estas prácticas, en la que se incluyen unas perspicaces observaciones sobre las redes sociales. No debería echarse en saco roto el que una voz tan autorizada como la de Boadella haya equiparado mil veces a los nacionalistas de hoy con aquellos franquistas de antaño.
     3.- Segregacionismo y tergiversaciones en la universidad. A mediados de la pasada semana, saltaba a los medios de comunicación la presentación en público de un manifiesto impulsado por la Universidad de Barcelona y respaldado por -hasta ese momento- 280 firmantes relacionados con la universidad y el mundo de la cultura. El elaborador de ese manifiesto era un colectivo de nombre Koiné y su propuesta era rotunda: que se abandone el bilingüismo en Cataluña y la lengua oficial sea allí solamente el catalán. Por suerte, esta propuesta modelo de moderación, realismo y respeto a la ciudadanía se contempla sobre todo para cuando Cataluña sea independiente, que es tanto como decir ad calendas graecas, tal vez sea esta la causa de que el colectivo Koiné haya elegido una palabra griega para bautizarse. Pero casi peor que la propuesta eran el tono y los argumentos. En primer lugar (y previa tergiversación de la historia) el manifiesto pinta una Cataluña en la que el catalán es la lengua de los catalanes y el castellano la lengua de la inmigración española, cosa que no es cierta, porque tan catalanes son los que hablan una lengua como la otra, por no mencionar el hecho de que muchísimos se manejan con las dos. Esa división además lleva implícita una separación perversa entre catalanes que son catalanes y catalanes que son, en realidad, inmigrantes: que me maten si eso no es segregación: ¿es ese el ideal de sociedad que ofrece la Cataluña independiente? Para fundamentar esto, se ha partido previamente de un amplio muestrario de mentiras impropias de un documento elaborado en una universidad: que en 1714 el reino castellano invadió el principado catalán e impuso el castellano como lengua de dominación; que el franquismo utilizó la inmigración desde territorios castellanohablantes como instrumento de colonización lingüística; que el régimen de 1978 ha reforzado la imposición del castellano...: las ya cansinas tergiversaciones victimistas del nacionalismo, ese nacionalismo cínico que, al mismo tiempo, trata de ocultar los graves excesos de su inmersión lingüística. Este documento es un alarmante avance en el sectarismo y el radicalismo de los planteamientos independentistas; su propuesta resulta a ratos guerracivilista y transpira el voluntarismo de los fanáticos que tiran p'alante con sus planteamientos aunque sean disparatados. Tan excesivos son que los han rechazado hasta los propios Rufián y Tardá. Os dejo aquí la respuesta que por su parte ha emitido Societat Civil Catalana.
     Pinchando este enlace podréis ver el texto íntegro del manifiesto del Grup Koiné. Asusta que una cosa así proceda de círculos universitarios.

sábado, 2 de abril de 2016

Un pacto de Estado para la educación

    Decía en cierta ocasión aquel gran parlamentario que fue Miquel Roca Junyent, a propósito de la forma en que la clase política estaba afrontando los problemas del momento, unas palabras parecidas a estas, o tal vez estas mismas: “Hemos estado tan preocupados por lo urgente que nos hemos olvidado de lo importante”. Es cosa que suele ocurrir, para algo las urgencias son urgencias, y, de hecho, en el momento actual, está ocurriendo con muchos asuntos, entre ellos, la educación. Pronunciamientos acerca de la crucial importancia de la educación los hemos oído a centenares y en bocas de toda variedad, desde las de ciudadanos de a pie hasta las de personajes públicos, y entre estos últimos, que son los que a última hora gozan del privilegio de tener más audiencia y por tanto más oportunidad de influjo social, los han emitido no solo políticos o intelectuales, sino también cantantes, deportistas, grandes chefs, empresarios o actores, es decir, personas a las que el asunto les tocaba más bien como inquietud personal. En fin, creo que ha quedado claro lo que quiero decir: a TODOS nos parece que la educación es una cosa importantísima para que el país funcione.
   Eso está muy bien y podemos sentirnos orgullosos de lo concienciados que estamos todos, pero ¿se corresponden nuestros actos con la preocupación que demostramos? Soy de la opinión de que está muy lejos de ser así y me preocupa particularmente la postura de los partidos políticos, que son los que, en definitiva, dado que de ellos salen nuestros gobernantes y legisladores, tienen en su mano decidir el rumbo que tome nuestra enseñanza en cada momento y el trato que reciba desde la sociedad y desde el poder. En el nivel de las proclamas, como hemos podido ver en la reciente campaña electoral y en el periodo de maniobras poselectorales que se ha abierto, sí que se ha mantenido el ritual de señalar que la educación va a ser importantísima, sí que se ha hablado mucho de cambiar las cosas y de mejorarlas, sí que se ha hablado mucho de la necesidad de grandes pactos y consensos, pero, en el terreno de las concreciones, todo se ha reducido a lo de siempre: tópicos altisonantes, posiciones de trinchera, un desconocimiento y hasta un desprecio de la realidad educativa no muy alentadores y un hipócrita silenciamiento de lo que se piensa hacer en torno a algunas cuestiones espinosas y polémicas, pero, miren por dónde, tan importantes que ningún partido que pretenda ser creíble puede dejar de contarnos qué piensa hacer en lo referido a ellas, he aquí algunas: una verdadera diversificación del sistema, los abusos lingüísticos de los nacionalistas, el fraude del bilingüismo, la conflictividad en algunos centros, la concertada, la presión sobre el aprobado… (1).   
   El pasado 9 de febrero, el Instituto de España hizo público un documento titulado Un pacto de Estado para la educación (2), título que desde el principio deja poco lugar para las dudas. El Instituto de España es un organismo que agrupa a las ocho Reales Academias españolas, así que nos hallamos ante el documento de una voz muy autorizada, la de instituciones punteras en el mundo del conocimiento y del saber, cuyos miembros son personas de demostrada valía en la cultura y en la ciencia: algo sabrán estas personas de educación y conocimiento; alguna sabiduría hemos de concederles para examinar una situación dada sobre tales materias, para establecer un diagnóstico, para emitir una demanda adecuada.
   Conocedores de lo que hay, empiezan reclamando un pacto para todos los niveles educativos, al que califican de “verdadero”: ¿será que están, como estamos muchos, hartos de pactos falsos, hartos de que se les dé gato por liebre en esta como en otras materias? Puede ser, porque en algún momento declaran: “Llevamos casi medio siglo de  reformas sucesivas […] que desafortunadamente no han dado todos los resultados positivos que sería de esperar”. A su juicio, no ha fallado la inversión, que nunca antes había sido mayor en España, sino la estabilidad en los objetivos, afirmación que debe sin duda tomarse como una denuncia de lo sometida que ha estado nuestra enseñanza a propósitos políticos partidistas. Pasan tras esto a señalar una serie de puntos clave: el desprecio hacia el profesor que se ha instalado en nuestro sistema, la necesidad de que la transmisión de conocimiento esté por encima de particulares técnicas pedagógicas, la pasividad de nuestros actuales alumnos, la necesidad de que el índice de materias sea consensuado, reducido y centrado en las esenciales… Por si esta serie de puntos no fuera ya muy sintomática de que, como adelantaba más arriba, estos señores saben muy bien de qué hablan, nos dejan dos apuntes que lo confirman plenamente, los reproduzco:
            -“Los profesores que enseñan en colegios e institutos, más allá de los índices de eficacia del sistema y de abandono escolar, nos ilustran acerca de las dificultades internas que existen para el ejercicio de su cometido, algunas de ellas no mensurables estadísticamente, pues tienen más que ver con las actitudes que con las aptitudes de los estudiantes.”
            -“No se trata primordialmente de producir trabajadores, sino de formar ciudadanos instruidos, responsables y competentes.”
   ¡Anda y que no saben estos señores del Instituto de España, ya se explica uno por qué son académicos! Sin dejarse narcotizar con estadísticas, se han ido a la realidad y se han dado cuenta de que el fallo está en algo que no detectan los radares, no en que las normas sean buenas o malas, sino en que luego, a pie de aula, la presión por el aprobado y otras prácticas viciadas han instaurado una destructiva molicie que campa por sus respetos. Y, por cierto, de esto se han enterado oyendo las voces de “los profesores que enseñan en colegios e institutos”: ¿para cuándo un gobernante o un político que se anime a llevar a cabo tal práctica? Igual de listos han andado en lo referente a la segunda frase: han captado muy bien cómo ciertos sectores del poder, especialmente el PP y la banca, se han lanzado al inicuo proyecto de empobrecer la educación, de reducirla al objetivo de enseñar a hacer cuatro cositas destinadas a capacitar al alumno exclusivamente como productor. Formar para el trabajo no es malo, lo aberrante es reducir la enseñanza solo a eso (como han estado predicando en los últimos cuatro años los fontaneros políticos del PP y algunos supuestos expertos), porque su objetivo debe volar hacia fines más amplios, ricos y complejos. Por eso, porque el conocimiento y la formación personal esperables en el estado de bienestar son una riqueza impagable que “se compadece mal con la volatilidad normativa en materia de educación”, el Instituto de España pide para ella un urgente pacto de Estado.       
   ¿Y bien? El documento fue hecho público, ya he dicho, el pasado 9 de febrero. El primer aviso nos lo dieron los medios de comunicación, que tampoco es que lo presentaran con gran entusiasmo. La propuesta, que tiene algunos matices más, es sencilla y seria y sería sin duda eficaz, pero requeriría esfuerzo y compromiso por parte de todos, y eso está muy lejos de la tan brillante como vana pirotecnia educativa que llevan ofreciendo nuestros políticos desde hace años. ¿Ha oído alguien a alguno pronunciarse en serio o simplemente pronunciarse acerca del documento? Esto me hace ser muy pesimista, por mucho que los partidos no paren de proclamar su voluntad de alcanzar ese gran pacto.    

NOTAS Y ENLACES
(1) Entro más a fondo en esta cuestión en este artículo de mi blog:
http://papabloblog.blogspot.com.es/2015/12/elecciones-2015-3-propuestas-educativas.html
(2) El documento del Instituto de España:
http://www.raing.es/sites/default/files/Pacto_Instituto%20de%20Espa%C3%B1a.pdf