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lunes, 28 de marzo de 2016

"La conjura de los ignorantes", de Ricardo Moreno Castillo

   Hace unas tres semanas, estuve en la presentación de "La conjura de los ignorantes", último libro de Ricardo Moreno Castillo, el cual voy a comentar en este artículo. La presentación se celebró en un lugar muy adecuado, una biblioteca de barrio (Lavapiés, nada menos) y corrió a cargo de Jon Juaristi, que dedicó a la pedagogía como actividad (no diré como ciencia, ya que lo primero que hizo fue negarle tal atribución) un análisis que no reproduciré por no herir susceptibilidades. En la misma línea de criticar duramente a la pedagogía y al pedagogismo estuvo después el propio Ricardo, e igualmente quienes intervinimos en el pequeño debate que tuvo lugar. La principal imputación fue esta: que la secta pedagógica ha hecho un daño terrible a la educación en España. En este punto el acuerdo fue absoluto, cosa perfectamente lógica, habida cuenta de que es difícilmente discutible.
   Y precisamente ese es el principal asunto de "La conjura de los ignorantes", y así se declara en la misma tapa con este subtítulo de resonancias clásicas: De cómo los pedagogos han destruido la enseñanza. Sabemos que Moreno Castillo lleva ya años en la tarea de desenmascarar a los pedagogos y desmontar su discurso y en este libro el procedimiento mediante el cual se nos muestra cómo los pedagogos se han cargado la enseñanza es ni más ni menos que ese: los primeros dieciocho capítulos parten de una cita textual de algún pedagogo, la cual contiene los habituales disparates y atrocidades, disparates y atrocidades que Ricardo pone en evidencia o refuta en el resto del capítulo. El capítulo 19 es un poco más largo y está dedicado a lo que el autor califica como "la quintaesencia del dislate pedagógico", o sea, aquel concentrado de embustes y bobadas que el mundo conoció como manifiesto No es verdad. Por último, se cierra el libro con el capítulo número 20, dedicado a la indignación que produce a los pedagogos el descrédito de la pedagogía entre los profesores. Su espíritu se refleja en esta breve controversia: a esta reflexión de Gimeno Sacristán:
            Nuestro nivel de deterioro es de tal calibre, que encuentra uno eso como el "Panfleto Antipedagógico", que va por ahí vendiéndose y va por la sexta o séptima edición; mientras que los panfletos pedagógicos se mueren de risa en las estanterías sin que nadie acuda,
   opone Moreno Castillo esta suya:
             Si los panfletos pedagógicos se mueren de risa es porque los profesores no encontramos en ellos nada que valga la pena, no porque no deseemos ser buenos docentes.
   Antes de esos 20 capítulos, encontramos un sabroso prólogo de Arcadi Espada y una introducción de Moreno Castillo, en la cual nos cuenta por qué ha escrito este libro y nos explica las cuatro razones por las que cree que la pedagogía no es una ciencia, que son estas:
   1.- La afición que tienen sus defensores de argumentar ad hominem contra sus discrepantes.
   2.- La resistencia de los pedagogos a cotejar los hechos con la realidad.
   3.- La afición a crear neologismos que acaban constituyendo una jerga críptica que oculta la vaciedad de su disciplina.
   4.- Las patochadas y estupideces que dicen los pedagogos, entre los que aquí incluye también a esa legión de burócratas que hay en los despachos y de docentes (sean profesores u orientadores) que hay en los centros y que han sido los peones de brega de la imposición del pedagogismo. Estos últimos parecen tener muy poca fe en lo que predican, ya que, en cuanto pueden, escapan de las aulas. Al desarrollo mediante ejemplos de esta cuarta razón, se dedica el cuerpo de la obra.
   La lectura de los disparates pedagogistas, a pesar de que algunos ya los conocía, me ha producido a menudo verdadera indignación: pensar que estupideces de tan grueso calibre se hayan impuesto o se hayan pretendido imponer como pauta para la práctica de la docencia en nuestros centros hace que se rebelen la inteligencia, la racionalidad, el sentido común y la ética profesional de cualquier profesor; pensar que sus autores gozan de la confianza de los políticos y de las administraciones, que recurren a ellos a la hora de concebir planes y programas educativos, genera un terrible pesimismo, porque equivale a decir que esos señores van ganando, que lo que ellos idean condiciona el marco en que todos nos movemos y las normas que todos debemos cumplir, que -por desgracia y como a menudo ocurre- la conjura de los ignorantes ha vuelto a salir victoriosa, que quizás lo que la LOGSE, la LOE o la LOMCE ofrecen tiene tanto éxito porque es lo que la gente quiere. 
   Ese pesimismo lo capté entre algunos de los que acudieron a la presentación de hace unos días. Creo que es engañoso y no debemos dejarnos vencer por él, y estoy tan convencido por poderosas razones. La primera es que, metido en los centros (y yo ya llevo ahí muchos años), ves que la inteligencia y el sentido común distan mucho de escasear entre los alumnos, por lo que muchos aprueban aprendiendo y estudiando aunque podrían hacerlo sin estudiar y, entre los que no estudian, los planteamientos hueros del pedagogismo no convencen en absoluto, sino que simplemente se sirven de ellos por mera comodidad. De la segunda ya he hablado antes: los profesores no creen en la pedagogía, salvo un reducidísimo número; el resto, o sea, la inmensa mayoría, se someten a ella sin fe, la orillan fingiendo obedecerla o la combaten. Como tantos credos impuestos por la fuerza o con calzador, el pedagogismo vence sin convencer, cosa que saben muy bien los pedagogos. Y aquí va la tercera: el libro del que estoy terminando este comentario, que se titula "La conjura de los ignorantes" y es una durísima crítica del pedagogismo, está teniendo muy buena acogida. Creo que son unas razones muy sólidas para ser optimistas. 

2 comentarios:

  1. Me compraré y leeré también el libro de Ricardo Moreno.
    Pero yo sí tengo cierto pesimismo, el pensamiento único pedabobo se omnipresente, se ha apropiado y secuestrado la Primaria y ha echado raíces muy fuertes en la Secundaria (muchos de nuestros compañeros de profesión lo han asumido), de hecho ha llegado ya a la Universidad. Es algo que no puedes combatir con argumentos y con lógica. Cuando ya no tienen argumentos pasan a la descalificación y al insulto como le está pasando ahora a Alberto.

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  2. Todo eso es innegable, Hesperetusa, pero creo que pasa como cuando vivía Franco: nadie podía decir una palabra contra el franquismo, pero solo muy pocos eran franquistas. Había una gran disociación entre la España oficial y la real, como la hay ahora entre la pedagogía oficial y la real, de donde, al menos, sacaremos el beneficio de que el desastre educativo es y será mucho menor de lo que parece. Hay un dato contradictorio y muy esperanzador: la mala imagen de nuestra educación que arrojan estudios como PISA frente a la excelente que dan nuestros jóvenes investigadores, inventores, emprendedores o talentos de todos los campos que vemos abundar por ahí. Eso tiene que tener alguna explicación.

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