Hace unos meses, husmeando en una página sobre premios literarios, vi que el Ayuntamiento de la localidad asturiana de Nava convocaba un premio de novela corta sobre asuntos fantásticos o de terror. El tema y la extensión se ajustaban a un relato que yo tenía escrito, el cual se titula El señor de Buil, así que me decidí a mandarlo, aunque, si he de decir la verdad, en lo de la extensión me ajustaba por los pelos, ya que mi relato tiene 52 páginas y la mínima de las bases era de 50.
A finales del pasado septiembre, salía yo del instituto un día a eso de las dos y media y recibí una llamada telefónica: era la presidenta del jurado del premio, para decirme que había ganado. No hará falta que os jure que fue una auténtica sorpresa, porque en los premios lo difícil es ganar, y seguro que también me creeréis si os digo que el alegrón que me llevé fue todavía más grande que la sorpresa. Una parte del premio consistía en la edición del relato por parte del Ayuntamiento de Nava, de ahí que haya transcurrido tanto tiempo entre aquel septiembre ya un tanto lejano y el día de ayer, 27 de febrero, en que fui a la ceremonia de entrega.
Esta se celebró en la Casa de la Cultura de Nava y fue un acto muy bonito, no porque se saliera de lo habitual, ya que hubo discursos por parte del alcalde, un miembro del jurado y este vuestro guachimán, sino porque, a pesar de que a la mayoría de las personas que estaban allí era la primera vez que las veía en mi vida, aquello transcurrió como una reunión de amigos, que finalicé firmando ejemplares a los asistentes al acto, cosa que produce un especial placer: da mucha satisfacción ponerle en un libro que has escrito una dedicatoria a alguien que lo va a leer.
Quiero terminar este primer artículo expresando mi mayor agradecimiento a la gente de Nava, al jurado que consideró apropiado concederme el premio, a las personas con quienes he estado en contacto durante estos meses y a los miembros del equipo municipal que tan bien nos trataron a mis familiares y a mí después del acto de entrega. Este tipo de agradecimientos hay que hacerlos por educación, pero muy a menudo -como ocurre en este caso- son sinceros: para mí, esas personas de las que hablo ya son amigas. Una de las cosas que hicieron fue enseñarnos algunos de los puntos más peculiares de Nava, como su interesante Museo de la Sidra, que nos explicaron con mucha simpatía y que recomiendo visitar. Aquí os dejo un enlace para que veáis imágenes del pueblo:
Quiero terminar este primer artículo expresando mi mayor agradecimiento a la gente de Nava, al jurado que consideró apropiado concederme el premio, a las personas con quienes he estado en contacto durante estos meses y a los miembros del equipo municipal que tan bien nos trataron a mis familiares y a mí después del acto de entrega. Este tipo de agradecimientos hay que hacerlos por educación, pero muy a menudo -como ocurre en este caso- son sinceros: para mí, esas personas de las que hablo ya son amigas. Una de las cosas que hicieron fue enseñarnos algunos de los puntos más peculiares de Nava, como su interesante Museo de la Sidra, que nos explicaron con mucha simpatía y que recomiendo visitar. Aquí os dejo un enlace para que veáis imágenes del pueblo:
En cuanto a El señor de Buil en sí mismo... los que queráis saber algo de este relato (y no padezcáis del corazón) tendréis que esperar a un próximo artículo.