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jueves, 8 de octubre de 2015

Permítame que me carcajee, Sr. Maroto

   Si en algo estoy de acuerdo con Artur Mas (que habló tímidamente de esto hace algún tiempo y, como suele sucederle a todo aquel que osa hacerlo, le cayó encima un fuego graneado), es en que el asunto del cupo navarro y los conciertos vascos deberá ser revisado más temprano que tarde, si es que de verdad queremos que reine la armonía en la fiscalidad de las comunidades autónomas, armonía que será imposible mientras existan esos dos regímenes tan escandalosamente privilegiados. Viene esto a cuento porque, últimamente, parece que han empezado a cuestionarlos desde el PSOE y Ciudadanos, con la consecuente oleada de furibundas reacciones en contra desde los tradicionales sectores de los territorios implicados, que ven como un sacrosanto derecho legitimísimo e inalienable lo que a otros nos parece más bien un desafuero. Íñigo Urkullu habla de ataque a un sistema pactado y legal y de inadmisible traspaso de una línea roja, lo cual sorprende en el presidente de un partido como el PNV, que para otras cosas de muy gran calado no se ha mostrado muy escrupuloso ni con los ataques a la legalidad ni con el traspaso de líneas rojas. En Navarra, Uxue Barkos se ha tapado la nariz y se ha mostrado dispuesta a pactar hasta con la mismísima UPN (que, por cierto, de entrada, no ha dicho que no, se ve que la pela es la pela en todas partes, y no solo en Cataluña) en defensa de este régimen que, me figuro, le de debe de parecer el colmo de la legalidad, una legalidad que, ¡oh, paradojas!, en otras ocasiones esta señora ha demostrado no apreciar mucho.
   Leo hoy que Javier Maroto, vicesecretario del PP en el País Vasco, ha declarado que el concierto vasco es "una línea roja muy importante que no se debe tocar", empleando, por cierto, casi las mismas palabras que anteriormente había usado Urkullu, lo que presumo que no debe de hacer mucha gracia en el seno del PP. El señor Maroto ha usado las habituales endebleces para defender la legitimidad del concierto vasco, pero ha añadido algo que me parece sensacional: según él, este es un arriesagadísimo sistema que ha de estar a las duras y a las maduras, lo que se traduce en que, si alguna vez al País Vasco le vinieran mal dadas (lo que no se ha producido en los lustros que llevamos con este sistema, ¿por qué será?), se tendría que sacar las castañas del fuego él solito, sin poder pedir ayuda al gobierno central. ¡Ja, ja, ja, ja!, permítame que me carcajee, señor Maroto: ¿alguien puede de verdad creerse eso que dice usted? ¿Alguien puede creer que en esta España de no asunción de responsabilidades podría llegar a darse una situación así? No quiero ni imaginar el pollo que agitarían los de siempre en el País Vasco si, en una situación de venirles mal dadas, esos de ahí abajo no les ayudásemos a sacar las castañas del fuego, o se las sacásemos todas directamente, en cumplimiento, por supuesto, de nuestra inobjetable obligación, porque ¿quién se cree que, en tales circunastancias, el PNV, el PSE o el PP vasco iban a sacar a relucir las obligaciones que supuestamente le imponen al País Vasco los conciertos? Yo desde luego, no.
   Está muy bien que se abra este melón, al que sin duda habrá que hincarle el diente. Algunos de los que no quieren ni oír hablar de ello son de esos que no han parado de invocar la necesidad urgente de reformar la Constitución, a la que, curiosamente, para este asunto consideran intangible. Así es este país nuestro, del que algunos quieren largarse... menos para lo que les conviene quedarse.

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