Supongo que todos habréis oído alguna vez esos chistes malos que consisten en hacer títulos de películas falsos, tipo La caída del imperio marrano, Chorizontes lejanos, El amperio contra Paca o La guarra de las galaxias. Cuando yo era pequeño, allá por los años 70, manejábamos uno que era Los apuros de un burro que parió una palangana. No sé de dónde saldría, pero está claro que se refería a Artur Mas. Este genio de la política, que ha conseguido cargarse a su propio partido, crispar el clima político en Cataluña, dejar la hoja de ruta en manos de una organización tan demencial como la ANC, dar carta de naturaleza a disparates imposibles y fortalecer a opciones radicales e insensatas como ERC o la CUP (que jamás hubieran imaginado que podían llegar tan lejos), ahora, conforme la realidad le va poniendo en su sitio y, a medida que se acerca el 9 de noviembre, se cierran las vías para ese farol suyo del referéndum, cada día se despacha recurriendo a una burrada mayor que la anterior. Así, se ha empeñado en montar un simulacro de referéndum que será un monumento al ridículo, anda mendigando el acuerdo con ERC para ir juntos en unas eventuales elecciones plebiscitarias (término que se ha sacado de la manga y que nadie parece muy dispuesto a pedirle que explique cómo se come), está elevando a la ANC de la condición de fuerza de choque callejera a la de aliado político con el que se puede pactar y, no contento con eso, con tal de conseguir apoyos, peones o siquiera que alguien sensato le haga caso, ya no tiene empacho en ponerse en evidencia con acciones tan penosas como estas:
-Reclutar en el mundo de la enseñanza los voluntarios a la fuerza que le coloquen las urnas y se las vigilen. Alguien con autoridad debería hacer algo por frenar este abuso de poder.
-Ordenar a los medios de comunicación que difundan las cuñas de su bufonada, y hacerlo a través del correo electrónico. Gestión chapucera e intento de controlar los medios de comunicación: ¿esto es lo que podemos esperar de la Cataluña independiente que promete?
-Hoy sale en los medios llamando cobarde a Rajoy por recurrir al Constitucional. ¿Ese es el lenguaje de un político de un rango como el suyo? ¿Qué podemos pensar de alguien que considera cobardía recurrir a los instrumentos legales existentes? ¿Qué se supone que debería hacer Rajoy para ser valiente, liarse a puñetazos con él?
Este señor está en caída libre: sus propios desbarres, la pérdida de apoyos, el desmoronamiento de ese estúpido órdago inviable al que lo ha apostado todo, la pérdida de credibilidad galopante...: lo dicho, los apuros de un burro que parió una palangana, y ya veremos si la palangana se deja parir. Y encima, lo de los Pujol, que no es que ayude precisamente: ¡cómo no va a influir en las pretensiones soberanistas que estén señalados como corruptos su personaje más emblemático y toda su familia! El asunto de Pujol ha dejado sin credibilidad a CiU, al nacionalismo catalán y a su discurso.
Un pequeño apunte para terminar. El pasado 12 de octubre estuve en Barcelona, en la manifestación que se hizo para recordarles a algunos que Cataluña es España. Durante los días 11 y 12, nos paseamos por la capital y hablamos con mucha gente y oímos muchas conversaciones a nuestro alrededor en los restaurantes, el metro o las calles: la lengua que se hablaba abrumadoramente era el castellano. En la noche del 11, nos fuimos a tomar unas copas al bar de un hotel y a un amigo mío se le ocurrió decirle al camarero que se oía poco hablar en catalán. El hombre pareció tomárselo como una acusación contra él por no hablarlo y se puso a la defensiva: "Estoy intentando aprenderlo, pero no tengo tiempo", le respondió. ¿Es del todo cierta esa imagen de una Cataluña de abrumadora mayoría de catalanohablantes que se nos está vendiendo desde ciertos sectores? ¿No se estará usando el miedo como arma de extensión del catalán? El catalán y el castellano habían convivido bien en Cataluña durante mucho tiempo; el propósito de imponer por cualquier medio el primero como instrumento de un muy discutible proyecto político es la muestra más elocuente de la estupidez y el carácter totalitario del nacionalismo catalán.