Libros que he publicado

-LA ESCUELA INSUSTANCIAL. Sobre la urgente necesidad de derogar la LOMLOE. -EL CAZADOR EMBOSCADO. Novela. ¿Es posible reinsertar a un violador asesino? -EL VIENTO DEL OLVIDO. Una historia real sobre dos asesinados en la retaguardia republicana. -JUNTA FINAL. Un relato breve que disecciona el mercadeo de las juntas de evaluación (ACCESO GRATUITO EN LA COLUMNA DE LA DERECHA). -CRÓNICAS DE LAS TINIEBLAS. Tres novelas breves de terror. -LO QUE ESTAMOS CONSTRUYENDO. Conflictividad, vaciado de contenidos y otros males de la enseñanza actual. -EL MOLINO DE LA BARBOLLA. Novela juvenil. Una historia de terror en un marco rural. -LA REPÚBLICA MEJOR. Para que no olvidemos a los cientos de jóvenes a los que destrozó la mili. -EL ÁNGULO OSCURO. Novela juvenil. Dos chicos investigan la muerte de una compañera de instituto. PULSANDO LAS CUBIERTAS (en la columna de la derecha), se accede a información más amplia. Si os interesan, mandadme un correo a esta dirección:
repmejor@gmail.com

Tenéis información de los precios aquí:

sábado, 27 de septiembre de 2014

APIA

   Hoy he estado con un grupo de amigos pertenecientes a SPES (Sindicatos de Profesores de Enseñanza Secudaria), una federación sindical con implantación en muchas zonas de España que se distingue por ser muy crítica con el desastroso sistema educativo actual (tanto con  la LOE como con su proyectada heredera, la LOMCE, que es la LOE con algunos artículos añadidos) y de denunciar sus males sin los miedos e hipocresías de otros sindicatos. Uno de esos amigos me ha dado algunos folletos de APIA (Asociación de Profesores de Instituto de Andalucía), del que saco su dirección electrónica:
   Es una página que está bastante bien, así que os animo a visitarla. Dejaré enlace en la columna de la derecha.

Sobre unas palabras de Esteban González Pons



Se veía venir desde el 21 de noviembre de 2011 y de  entonces a acá hemos ido contemplando día a día cómo se llevaba a cabo. Cuando el PP ganó por mayoría absoluta las elecciones generales, siguiendo el modelo que ya había utilizado en las comunidades autónomas en las que gobernaba, puso en marcha su particular receta de la lucha contra la crisis: por un lado, subida del IVA, recortes en servicios públicos, cerco a los derechos ciudadanos (con especial énfasis en la represión del derecho a manifestación), aplicación de una reforma laboral esclavizadora y al dictado de los sectores más explotadores del empresariado, recortes de sueldos a los funcionarios, ley de costas más permisiva…; por otro, tibieza en la lucha contra la corrupción (en particular, la suya), amnistía fiscal, trato de privilegio a la banca en los rescates bancarios, tarifazos... En pocas palabras: el PP afrontó la crisis mediante la política más antisocial de los casi cuarenta años que llevamos de democracia, una política que ha consistido en descargar los sacrificios sobre la ciudadanía, mantener los privilegios de los poderosos (en esencia, políticos, financieros y grandes empresarios) y no pedir cuentas a los verdaderos responsables de la crisis. La finalidad era claramente superar el mal momento con el menor perjuicio posible para las élites, pero conservando al mismo tiempo inalterada la corrupta estructura política de la que se han beneficiado, en espera de que, a la llegada de tiempos mejores, siguiera siéndoles tan rentable como hasta ahora. Buena parte de sus medidas, además, iban encaminadas no solo a que pagasen los más débiles, sino también a crear para los tiempos venideros un marco en que estuviesen aún más sometidos; el mejor ejemplo de este proyecto es la reforma laboral.
            Este plan era tan antidemocrático y tan perjudicial para los intereses de la inmensa mayoría de los ciudadanos que ha representado una sensible regresión en sus derechos, por lo que resulta pertinente recordar que, en los primeros tiempos de esta legislatura a la que le queda algo menos de un año, se habló de un golpe de estado financiero, y tal vez no haya sido muy inteligente de nuestra parte haber enterrado en el olvido esta expresión. De cualquier modo, los movimientos negativos de los que he hablado hasta aquí no eran el plan completo, sino tan solo su primera parte, porque quedaba una segunda, el lado bonito. Como muchos supusimos (1), la estrategia del PP iba a consistir en ahogar a la ciudadanía en los dos primeros años de la legislatura, ir creando la apariencia de que las cosas mejoraban a partir del tercero y pintarnos el Paraíso (al que, naturalmente, nos habría traído Mariano Rajoy) en el cuarto, que va a ser una apoteósica campaña electoral preñada de excelencias. Pues bien: este proceso es lo que se veía venir y, efectivamente, hemos estado viendo: cómo el PP, después de triturarnos, ahora, con el propósito de ganar las elecciones de 2015, se pone la careta de benefactor de la humanidad o tergiversa la realidad para hacernos creer que nos ha traído al mejor de los mundos posibles. Esta perversa estrategia (perversa y embustera) encierra un peligro mortal, ya que, si en los procesos electorales que se avecinan el PP consigue embaucar con ella al electorado y volver a ganar, podemos dar por seguro que su primer paso será abrir las puertas a una nueva pesadilla de corrupción, especulación, destrucción del territorio, fraude, injusticia e impunidad con su consiguiente crisis, que mucho me temo que habrá de ser aún peor que la que aún atravesamos.   
            Que el guión del PP es este puede verse muy claro en unas recientes palabras de Esteban González Pons (2), pronunciadas en un acto de su partido en Valencia el 13 de septiembre. Según esta autorizada voz del PP, que hablaba con una descarada intención electoralista, España está saliendo adelante gracias a las reformas impulsadas por el Gobierno de Mariano Rajoy, y no solo eso, sino que es uno de los países que están tirando de la Zona Euro. Y eso es porque los españoles han corrido contra el paro, la crisis, la desesperanza, la desilusión y contra quienes les arruinaron. Y ahí están los resultados: hay 300.000 personas más que trabajan que el año pasado. Por ello, el señor González insta a mirar hacia adelante, porque quien mira atrás puede hacerlo con rencor o con nostalgia, y no como los que miran hacia el  futuro, porque todo lo que viene está por estrenar, puede ser mejor. Finalmente, y puesto que estaba en Valencia, el señor Pons saludó a Alberto Fabra llamándole “mi Presidente” y afirmó que el único que puede sacar adelante a la Comunidad Valenciana es el PP.
            ¿Queda claro lo que intento demostrar o no? Por boca del señor González Pons, el PP nos ha dado una muestra de lo que va a ser a partir de ahora su discurso: distorsión interesada de la realidad. Resulta cómico ese embustero triunfalismo que pinta a España como la locomotora de Europa. Resulta patético e hipócrita ese halago de que los españoles corrieron contra quienes les arruinaron: ¿a quiénes se refiere? ¿A la banca en general y a Bankia en particular? ¿A las preferentes? ¿A los corruptos? ¿A los políticos despilfarradores, entre los que brillan por encima de los demás esos dirigentes valencianos de los que tanto espera el señor Pons? La deuda de la Comunidad Valenciana (3) es hoy en día de 34.782 millones de euros, una de las más altas de España, de modo que esos elogios de González Pons no le dejan en muy buen lugar. Y en cuanto al optimismo que demuestra en lo relativo al empleo, hay que señalar que, a 2 de septiembre de 2014, los parados en España eran 4.427.930, mientras que en la misma fecha de 2011, estando todavía en el poder esos socialistas que tan mala herencia le dejaron al PP, eran 4.130.927, y lo dejo aquí, sin meterme en berenjenales acerca de la calidad de los puestos de trabajo que la reforma laboral del PP ha traído.
            No parece, pues, que esas reformas impulsadas por Rajoy hayan conseguido que avanzasemos mucho, por lo que se entiende que el señor González Pons desaconseje que miremos hacia atrás, ya que si lo hacemos, si se nos ocurre recurrir a la memoria, a lo mejor sacamos a la luz los espantos que el PP ha sembrado allá donde ha gobernado, a lo mejor echamos cuentas de lo mucho que nos ha arrancado, y nos da por no votarle en ochenta años; en la misma línea de desviar nuestra mirada de donde no le conviene, está su invitación a que miremos al futuro, porque todo lo que viene está por estrenar y puede ser mejor, faltaría más, pero su razonamiento suena a la falsedad con que los embaucadores de toda laya engañan a la buena gente prometiéndole recompensas en emplazamientos tan dudosos como el futuro, el más allá o la tierra de Jauja.
            Así pues, se va cumpliendo el plan: tras los años de fustazos y de quitarnos cosas, el PP nos viene ahora con su segunda fase, el tiempo de las alentadoras promesas y de los bellos panoramas. Mentira todo, porque ni nos han traído a un bello paisaje, sino que nos han quitado mucho mientras siguen en pie monstruos como la corrupción, el despilfarro, la impunidad o el fraude, ni nos van a llevar a Paraíso ninguno, sino que lo único que pretenden es, una vez más, que estúpidamente los legitimemos con nuestros votos para seguir tiranizándonos. No dejemos que nos engañen: cuatro años de furia pepera han sido suficientes, cuatro más podrían ser letales.
(2) Las palabras de  González Pons (Europa Press):
(3) Deuda valenciana:
http://www.levante-emv.com/comunitat-valenciana/2014/09/12/deuda-comunitat-valenciana-crece-16/1160835.html





 Acaba de salir el número 5 de la revista El ballet de las palabras. Podéis echarle un vistazo aquí.
   En la página 18, hay un artículo mío que se titula Sobre unas palabras de Esteban González Pons.

sábado, 20 de septiembre de 2014

Praxis educativa. 16: el tinglado de la atención a la diversidad

   Tengo por ahí escrito, aunque no he logrado encontrar dónde, que en cierta ocasión, hablando con mi hijo, que tenía entonces catorce o quince años, salió el tema de los alumnos de diversificación, y él me dijo:
   -¿Esos quiénes son, los que se llevan la ESO  sin dar un palo al agua?
   Esta es la visión -expresada en términos reduccionistas y un tanto crudos- que todos los alumnos, sean o no de diversificación, tienen de este programa desde que fue implantado, hace ya de ello un buen pico de años. Y, si nos atenemos a los hechos, razón no les falta. Desconozco si existen cifras de los porcentajes de aprobados de los programas de diversificación, pero puedo decir que en los centros en los que he estado son prácticamente del cien por cien; en los centros en que yo he estado, solo han dejado de obtener el título de ESO en diversificación alumnos que, o habían optado por el abandono en cualquiera de sus múltiples formas, o -recuerdo exactamente un caso- se habían comportado de una forma tan grosera y conflictiva que, para los profesores, aprobarlos hubiera supuesto una suprema autohumillación. Es necesario hacer algo muy gordo para que te suspendan la ESO en diversificación y no pocos la aprueban simplemente por asistir, incluso sin portarse excesivamente bien.
   Entre las muchas consecuencias negativas que esto genera, hay dos particularmente dañinas: como demuestran las palabras de mi hijo, para los alumnos que no entran en el juego, tanto la propia diversificación como el sistema en general se desprestigian, ya que se crea una imagen de estafa, de privilegio, de doble rasero; para los que están dispuestos a aprobar como sea, aun haciendo el zángano y sin torturarse con enojosos planteamientos acerca de la ética o la justicia, se genera un nada edificante  impulso de entrar en diversificación a cualquier precio, ya que van a ganar el premio sin molestarse lo más mínimo. Esta última postura contagia incluso a algunos padres, naturalmente, de los más insensatos. En cierta ocasión, la madre de una alumna mía que no era de diversificación vino poco menos que a pedirme cuentas por el hecho de que su hija se pasaba todas las tardes estudiando (cosa que era mentira, por cierto) y suspendía en algunas asignaturas, mientras que la de la vecina, que sí era de diversificación, salía todas las tardes y lo aprobaba todo. Lo que aquella señora reclamaba no era que se racionalizase la feria de la diversificación, sino que los demás empezásemos a hacer lo mismo. Cuando el propio sistema no se recata en perseguir el aprobado a cualquier precio, no debe extrañarnos que hagan lo mismo padres y alumnos.
   Sin embargo, si se contempla teniendo en cuenta sus planteamientos teóricos, la diversificación no es una mala idea. Este programa pretende mantener en el sistema a alumnos que, por su escasa capacidad, un ambiente sociofamiliar adverso o unas grandes carencias educativas, tienen elevadas perspectivas de salir del instituto sin el título de ESO y quedar en  riesgo de exclusión social, pero que podrían tener éxito si se les introdujera en un programa que fuera menos exigente que el regular, aunque mantuviera los mínimos educativos. Añádanle a esto unos grupos reducidos y un seguimiento más atento a la trayectoria del alumno y nos sale la diversificación. ¿Quién podría poner objeciones a un plan así? Nadie, siempre, naturalmente, que se llevase a cabo bien y sin trampas. Mi amigo Aquiles (nombre claramente falso, aunque no el personaje y su historia) suele hablarme de que en su instituto, hace algunos años, llegaron al departamento de Orientación, que es el que tiene a su cargo los programas de diversificación, dos profesoras nuevas y muy comprometidas con su oficio que tomaron a su cargo la diversificación, con la advertencia desde el principio de que la iban a llevar en serio y no iban a regalar el título a vagos. Así lo hicieron: en ese instituto, entrar en diversificación no es sinónimo de tumbarse a holgazanear y sacarse la ESO seguro y por la linda cara, sino que, al que no estudia, le hacen lo lógico: suspenderlo, y el programa funciona muy  bien. Debo señalar, no obstante, que mi amigo me habla de lo de su instituto como de una notable excepción y subraya que estas profesoras, para llevar a cabo esa expulsión de los mercaderes del templo, debieron actuar con decisión, firmeza y hasta un poco de bravura.
   Habrá centros así, no lo dudo, pero, insisto: lo apabullantemente normal es lo otro, lo que me contaba mi amiga Rosaura (otro nombre falso). El curso pasado, se incorporó tarde a su instituto y allí le asignaron una plaza en el departamento de Orientación. Gran parte de la semana se la pasaba como profesora de compensatoria, dando clases de refuerzo a dos niñas que, durante algunas horas, se separaban del resto de su grupo para ir con ella, lo cual le producía una gran sensación de pérdida de tiempo y despilfarro, ya que veía sin poder hacer nada que aquella profesora semiparticular ni era lo que necesitaban esas niñas ni lo agradecían con otra cosa que una notoria dejadez. Una de ellas, llamada Cleopatra (nombre también falso, como ya suponían), además de no hacer nada, faltaba mucho y el último trimestre se lo pasó casi sin asistir. Llegó la evaluación final y a Rosaura le tocó asistir a un curioso espectáculo: la orientadora del centro propuso que Cleopatra entrase en diversificación, a lo que se negaron rotundamente los profesores del grupo, argumentando que había estado todo el curso vagueando y había faltado mucho: ¿cómo se la iba a premiar poniéndola en diversificación? Además de ser una aberración, resultaría un despilfarro, ya que las plazas de diversificación, como todas las de los programas especiales, son más caras. Pues bien: hace no muchos días, Rosaura me contaba bastante desolada que, en este curso, el departamento de Orientación ha incluido a Cleopatra en un grupo de diversificación, despreciando el dictamen de sus profesores, y no solo a ella, sino a unos cuantos compañeros suyos de parecido perfil.
   ¿Por qué suceden estas cosas? La razón está en quién es responsable de los programas de diversificación y compensatoria, que están en manos de los departamentos de Orientación. Para que la diversificación funcione, debe seguirse a rajatabla una regla oficiosa: incluir en los grupos solo a alumnos que hayan demostrado interés y esfuerzo, a alumnos que, si no aprueban, no es por su dejadez y por su vagancia, sino por otros factores. Con esos sí se puede trabajar y se obtienen unos resultados muy gratificantes, lo sé porque fui porfesor de diversificación hace algunos años. Di clases de Ámbito Sociolingüístico a dos grupos de catorce alumnos, de tercero de ESO, con una curiosa característica: de manera casi matemática, en cada grupo tenía siete alumnos que tenían interés y se esforzaban y otros siete que eran unos completos gandules, y no solo eso, sino que, con aquellos profesores que se lo permitían, se comportaban muy mal y de manera irrespetuosa. Como ya os imaginaréis, ese año tuve un resultado de 14 aprobados y 14 suspensos, fifty fifty. En la junta final, me tocó, como tutor que era de uno de los grupos, defender los siete suspensos que había puesto la profesora de Música, que ya estaba ausente y a la que un miembro del equipo y secretario del centro pretendía hacer volver para que convirtiera esos suspensos en aprobados, así, a lo crudo, pero la cosa no pasó a más porque yo le hice saber que esos niños se habían pasado el curso presentándole exámenes en blanco y algunos de ellos, incluso, tratándola de forma despectiva. Alguien me dijo después una cosa: si yo hubiera estado en cuarto, curso en que se dan los títulos, no me habrían dejado hacer nada de lo que hice. Me lo creo.
   Supongo que ya vais entendiendo: el problema de la diversificación es que los departamentos de Orientación la tratan de manera clientelar y en beneficio propio. Defienden la presencia de los alumnos y que se les apruebe hagan lo que hagan, hasta el punto de que los chicos pronto lo captan y los peores se crecen y acaban perdiendo el respeto a los profesores; acaban metiendo en los grupos a cualquiera, con tal de que ocupe una plaza. La razón es de supervivencia: resulta curioso ver cómo los departamentos de Orientación, que son los que atienden a menos alumnos, son sin embargo de los que más profesores tienen, y eso es en parte porque tienen la facultad de determinar ellos mismos su alumnado. Si os habéis fijado, en el centro en el que yo di diversificación, en realidad sobraban la mitad de los alumnos, pero el departamento que elaboró los grupos, siguiendo una práctica muy extendida, metió al doble de los que debía, lo que tiene una importante consecuencia: más profesores para el departamento. Algo parecido pasaba con Cleopatra, su compañera y un buen montón de niños de compensatoria: la compensatoria les sirve de bien poco, pero en cambio genera unas cuantas plazas de profesores para los departamentos de Orientación, que tienen cierta potestad para determinar que un alumno vaya a compensatoria. En lo referido a que apruebe todo el mundo la ESO, poco hay que decir, es la medida más clientelar de todas: la que atrae como moscas a interesados en aprobar sin estudiar, la que permite exhibir lo que hoy se llama éxito de un programa educativo: un cien por cien de aprobados, o casi, sin importar demasiado en qué condiciones. Muchos de los chicos que van a diversificación, en realidad estarían mejor en otras opciones que existen o han existido: las antiguas garantía social o PCPI, o la actual FPB, opciones de formación profesional que siempre han sido saboteadas por determinados sectores educativos aduciendo increíbles razones de discriminación, aunque quizás haya otras menos confesables.
    En conclusión, como con algunas otras cosas de nuestro actual sistema educativo, la diversificación es una buena idea que ha acabado fracasando por culpa de ciertas prácticas viciadas. Se ha convertido en algo antieducativo: no se motiva a sus alumnos para el aprendizaje y representa para todos un referente negativo, una prueba de que se puede obtener los títulos sin hacer demasiado por ganárselos. El daño producido es grande, ya que afecta no solo al programa en sí y a los alumnos que deberían ser sus beneficiarios, sino que va incluso más lejos, ya que sus incongruencias repercuten en el desprestigio del sistema educativo.