En el año 2002, escribí un diario sobre las cosas que me iba encontrando en el desempeño de mi trabajo. Lo empecé justificándome con el hecho que todos los cursos, al corregir los primeros exámenes, me llevaba una pequeña depresión al ver los increíbles niveles de indiferencia y falta de estudio a que llegaban mis alumnos, y en aquel 2002 mi "depre" vino por lo siguente: el día en que me decidí a empezar el diario, había corregido 53 exámenes y había aprobado solo tres. Luego, para que se entendiera mejor mi disgusto, incluía esto:
Reproducción literal de un
dictado
Ya
he echado la solicitud de enpleo, asique haora solo falta esperar la respuesta.
por detras de la valla crecen unos esparragos trigeros tan grandes que se
enrredan en el alambre. En Estados unidos hay un sistema bipadita [por
"bipartidista"], osea, que el poder se lo disputan dos partidos
politicos. Habeces debes pensar muy cuidadosa mente lo que ballas adecir.
Cuando hiba ha desacer la maleta, sono el telefono y me entretube media hora
hablando.
Veinticinco
faltas en setenta y seis palabras. Júzguese, además, el calibre de la mayoría
de ellas.
Este texto lo había escrito una alumna de 15 años, de 3º de ESO, y ni es una invención ni ha sido objeto de modificación alguna.
Diez años después, se da la casualidad de que he vuelto a encontrarme con un comienzo de curso desesperante, y así, este fin de semana he corregido los exámenes de lectura de mis dos grupos de 4º de ESO (61 alumnos) y me he encontrado con datos como estos: me han dejado evidencia de haber leído lo que correspondía 20 alumnos (solo un tercio), pero luego, tras descontar los puntos por faltas de ortografía, los aprobados se han quedado en doce, es decir, un quinto, y os aseguró que he sido benévolo a la hora de penalizar, pero os hago una pregunta: ¿se pueden pasar por alto en 4º de ESO cosas como que un alumno escriba "habeces" (= a veces) o "devía" (= debía)? Pues eso.
Seguramente, algunos os estaréis preguntando qué era lo que tenían que leer, así que os lo voy a decir: tres artículos de Larra, tres leyendas de Bécquer y dos cuentos de Clarín, algo absolutamente incardinado en el programa y que, en conjunto, venía a ocupar poco menos de cien páginas. Ni por la extensión, ni por el lenguaje ni por los contenidos, como habréis deducido, representaban estas lecturas la menor dificultad; dado que este examen importaba mucho para el sacrosanto aprobado, os preguntaréis por qué han podido supender tantísimos de mis alumnos. Pues también os voy a responder y supongo que os quedaréis tan perplejos como me he quedado yo.
-Una de las causas ha sido la no lectura de todos o (buena) parte de los artículos o relatos. Una obviedad, os diréis: si no han aprobado, será porque no han leído. Sí, de acuerdo, lo que ya no es tan esperable es que muchos de mis alumnos creyesen que, aun así, iban a aprobar, como deduzco del hecho de haberme encontrado bastantes ejercicios en los que se me respondían disparates inventados (mañana voy a proguntarles si acaso creen que no me leo los exámenes, lo digo en serio).
-Otra de las causas ha sido el no saber leer, o bien las preguntas o bien los relatos, pues de muchas respuestas se deduce que habían leído el episodio por el que se preguntaba, pero lo habían entendido mal.
-La tercera ha sido el no saber escribir: bastantes respuestas, por la incorrecta construcción de las frases y el mal uso de enlaces y signos de puntuación, eran incoherentes, no significaban nada.
No estar dispuesto a leer un libro corto ni bajo amenaza de suspenso (= indiferencia absoluta), no saber leer o no saber escribir: tales han sido las razones que han llevado al ¡ochenta por ciento de mis alumnos! a suspender este examen. Estoy hablando de alumnos de entre 15 y 17 años en el último curso de su educación obligatoria. A lo mejor en otros grupos los resultados hubieran sido distintos, pero, para lo que nos importa en este artículo -que no es el caso particular, sino su proyección general-, he de decir que estos males afectan aproximadamente al cincuenta por ciento de los alumnos de nuestros institutos de ESO.
Las conclusiones no pueden ser más preocupantes. En lo que se refiere al no saber leer ni escribir, representan un fracaso del sistema, ya que uno de los objetivos al finalizar la ESO es dominar estas dos destrezas básicas; pues bien, repitámoslo: muchos de nuestros chicos llegan a los 16 años (con un buen montón de años de escolarización a sus espaldas) sin dominarlas, y es más, a bastantes de ellos, aun así, se las da el título de graduado en ESO, lo cual es una contradicción, un alarde de hipocresía o las dos cosas.
En lo que se refiere a la indiferencia absoluta, son más complejas. En primer lugar, os diré lo que me comentó hace unos días un alumno después de que les echara una bronca por su bajo rendimiento: "Profe, el problema es que tú mandas las cosas y luego nos las pides y nosotros estamos acostumbrados a que si no las hacemos, no pase nada". Se acercó a mí al acabar la clase y así me lo dijo, no es ninguna invención. ¿Qué hay detrás de esto? Algo muy viejo, algo que nació con la LOGSE hace veinte años: que los alumnos saben que, con las presiones a las que está sometido el profesorado, muchos docentes no se complican la vida y conceden el aprobado fácil. Así, los alumnos se han hecho inmunes a la amenaza de suspenso, saben que tampoco hay que cometer la locura de ponerse a estudiar, solo es cuestión de esperar a que el profesor se ablande. Entre los muchos efectos perversos de la LOGSE, está el de haber hecho pasar a los alumnos de estudiantes a especuladores. Y esto no ocurre porque sí, porque la presión sobre el aprobado existe de verdad: os aseguro que, desde que ha empezado el curso, ya han venido a verme unos cuantos padres, empujados por sus hijos o por su propio temor a que al niño se le complique el aprobado. En segundo lugar, la indiferencia de bastantes de mis alumnos se debe a que eso de leer libros no va con ellos, el hacerlo es superior a sus fuerzas; ante estos siempre me pregunto: ¿qué hacemos aquí tú obligado a leer cosas que no quieres leer y yo obligado a pedirte lo que no me vas a dar y a supenderte por ello? ¿No podría el sistema a tus 14 o 15 años tratarte como a una persona que sabe lo que quiere y darte un buen abanico de opciones?
¿Cuándo nos quitaremos de encima de una vez los pesos que nos colocaron los prejuicios del pedagogismo? ¿Cuándo elevaremos un sistema en el que al alumno no le queden dudas de que, si quiere aprobar, tendrá que aprender y demostrar que lo ha hecho, cosa que solo podrá conseguir a través del estudio? ¿Cuándo erradicaremos la presión sobre el aprobado, una práctica que ha hecho muchísimo daño a la educación en nuestro país y que es una de las principales causas del fracaso escolar que padecemos, ya que ha sido lo que ha empujado a miles de nuestros alumnos a despreciar el estudio? ¿Cuándo crearemos un sistema realmente dotado de una oferta diversa, con una clara diferenciación entre las vías para la formación porfesional y para la universidad y entre sus programas? ¿Cuándo podrán nuestros alumnos, ya desde los catorce años, elegir la vía educativa que más les atraiga, sin los impedimentos creados por el hipócrita concepto de segregación escolar que nos impusieron la LOGSE y los pedagogos? No avanzaremos en educación hasta que estos males no estén resueltos.