Libros que he publicado

-LA ESCUELA INSUSTANCIAL. Sobre la urgente necesidad de derogar la LOMLOE. -EL CAZADOR EMBOSCADO. Novela. ¿Es posible reinsertar a un violador asesino? -EL VIENTO DEL OLVIDO. Una historia real sobre dos asesinados en la retaguardia republicana. -JUNTA FINAL. Un relato breve que disecciona el mercadeo de las juntas de evaluación (ACCESO GRATUITO EN LA COLUMNA DE LA DERECHA). -CRÓNICAS DE LAS TINIEBLAS. Tres novelas breves de terror. -LO QUE ESTAMOS CONSTRUYENDO. Conflictividad, vaciado de contenidos y otros males de la enseñanza actual. -EL MOLINO DE LA BARBOLLA. Novela juvenil. Una historia de terror en un marco rural. -LA REPÚBLICA MEJOR. Para que no olvidemos a los cientos de jóvenes a los que destrozó la mili. -EL ÁNGULO OSCURO. Novela juvenil. Dos chicos investigan la muerte de una compañera de instituto. PULSANDO LAS CUBIERTAS (en la columna de la derecha), se accede a información más amplia. Si os interesan, mandadme un correo a esta dirección:
repmejor@gmail.com

Tenéis información de los precios aquí:

lunes, 28 de marzo de 2011

Una de orientadores

Para los interesados en el tema de la orientación educativa, recomiendo la lectura de este artículo publicado hoy en Deseducativos:

Por cierto y hablando de Deseducativos: he añadido un segundo enlace en mi lista de blogs (el otro estaba en la lista de enlaces).

domingo, 27 de marzo de 2011

Gil de Biedma (porque sí)

   Queridos amigos: tiempo ha me dije que, siquiera los fines de semana, habría que añadir un nuevo artículo a esta desolada bitácora. Hoy, domingo 27 de marzo de 2011, entre pitos de una actualidad que aburriría a las ovejas más curtidas y flautas de escasez de tiempo, me encuentro con que se me muere el fin de semana y no he cumplido con mi compromiso. Bueno, siempre nos quedarán los poetas para sacarnos de apuros. Uno de los que más me gustan es Jaime Gil de Biedma. Aquí os dejo unos enlaces con dos de sus poemas más extraordinarios y famosos, para gozo de los que ya lo conocíais y grata sorpresa de los que no. Pinchad, pinchad.


sábado, 19 de marzo de 2011

Una sentencia delirante

   En el democrático y avanzado entorno de la Unión Europea, el asunto de los crucifijos en la escuela no debería en absoluto ser fuente de tribulaciones, puesto que es un principio democrático indiscutible el que ninguna ideología o creencia particular debe apoderarse de lo público o recibir en este ámbito un trato de privilegio, lo cual implica con toda naturalidad y coherencia y sin violencia contra nadie que en las escuelas estatales y pagadas con dinero estatal (que sale de los bolsillos de todos, cada uno con sus ideas) no deben exhibirse crucifijos ni otros símbolos religiosos o ideológicos, ya sean manos de Fátima, estrellas de seis puntas, hoces y martillos, gaviotas azules, puños y rosas, yugos y flechas o lo que a cada uno se le pueda ocurrir.
   Parece, sin embargo, que hay unos cuantos empeñados en convertir lo de los símbolos religiosos en un asunto espinoso. Que lo hagan los fundamentalistas de velos y crucifijos, sin dejar de ser reprobable, entra dentro de lo que uno se espera de esos grupos, pero sorprende, decepciona, indigna y escandaliza que una alta institución como La Gran Sala del Tribunal Europeo de Derechos Humanos dé un patinazo tan solemne como su denominación y venga a revolver las aguas en este asunto. En respuesta al recurso del gobierno italiano contra una sentencia anterior sobre la denuncia de una ciudadana llamada Soile Lautsi, este tribunal ha dictaminado que la presencia de crucifijos en las aulas de las escuelas italianas "no viola el derecho de los padres a asegurar la educación de sus hijos de acuerdo con sus convicciones religiosas o filosóficas" ni constituye adoctrinamiento para el alumno. Añade además este otro desatino acerca del crucifijo: "Es sobre todo un símbolo religioso, pero no hay ninguna prueba de que su visión en los muros de un aula escolar pueda tener influencia sobre los alumnos".  ¿Qué se esperaban, que los niños salieran corriendo o tuvieran pesadillas ante la sola visión de un crucifijo? Parece cosa de idiotas y es una demostración más de que estos señores no han enfocado bien el asunto: lo han tratado como una cuestión religiosa, educativa o incluso cultural, cuando en realidad, como dije al principìo, es política, pues lo que está en juego aquí es el privilegio de una opción ideológica sobre las restantes. Haber ignorado esto es un alarde de ceguera o de cinismo, cosas muy poco perdonables en un tribunal.
   Quien dude de esta dimensión política, que lea completo el artículo de El País que cito arriba. Que vea quiénes se alegran, gente como Berlusconi o el secretario general de la FERE, de quien son estas palabras: "Esta sentencia introduce cordura. Un crucifijo en la pared no es un acto impositivo, sino que puede ser interpretado como un instrumento de diálogo. La religión no debe utilizarse para enfrentarnos. La gente sencilla de los pueblos se extraña cuando piden que se quiten. ¿Por qué, si forma parte de nuestra historia, de nuestro arte?". Se comentan solas, ¿no? Estos señores siguen aspirando a una España católica por la gracia de Dios donde ellos se impongan sobre los demás, ahora poniendo cínicamente como pretexto a Fernando III, a Santa Teresa y a Zurbarán.
   ¿Traerá esta sentencia una ofensiva de la conferencia epsicopal para meternos los crucifijos en los centros educativos? No me extrañaría, porque no faltan las muestras de arrogancia de esa institución y sus correligionarios, solo hay que ver la cita de un par de líneas más arriba. Espero que, de producirse, el gobierno sea firme en la defensa de la respetuosa neutralidad de los ámbitos públicos, aunque, conociendo ciertos precedentes, tampoco soy muy optimista.

domingo, 13 de marzo de 2011

La bella y las bestias

   Acabo de ver "El cisne negro" y no seré yo quien lleve la contraria a quienes la califican como una película terrorífica. La historia tiene un vago aire de cuento clásico, al estilo de Blancanieves o de Hansel y Gretel, criaturas delicadas e indefensas que son víctimas de una crueldad constante infligida por agentes muy diversos y en formas múltiples, tal y como le ocurre a la Nina de "El cisne negro". Y, al igual que en esas narraciones clásicas, la crueldad circula libremente por toda la historia, en todas las direcciones y sin ningún pudor en la forma de mostrarse. La atormentada protagonista de esa película (Natalie Portman se la pasa casi entera con gesto de angustia) es una bella rodeada por un enjambre de bestias, he aquí las más señaladas:
   -Su dulce mamaíta, una tía frustrada y más falsa que un duro de cartón, que envidia a su hija, la absorbe y  hace todo lo posible por hundirla, pero que finge adorarla y respaldarla.
   -El coreógrafo de su compañía de ballet, dominante, manipulador y un cerdo salido digno de un manual de psiquiatría.
   -La primera bailarina anterior a Nina, una señora autodestructiva con más peligro que una piraña en un bidé.
   -Las compañeras del ballet, una bandada de arpías disfrazadas con angelicales tutús. Destaquemos a una tal Lili: ¿estaría pensando en ella el Papa Inocencio X cuando dijo aquello tan celebrado de que la mujer es una sentina de vicios? De todos modos, este personaje es muy interesante por su ambigüedad.
   -Una surtida colección de guarros babosos, entre la que brilla con singular repulsión un vejestorio que Nina se encuentra en el metro.
   -Y por último, la más peligrosa de todas para la pobre Nina: ella misma. 
   Por su tratamiento del sexo, las relaciones entre las personas, la violencia y la sangre, "El cisne negro" es una película sádica. El sexo (de gran peso en el argumento) está siempre envuelto en un componente de morbo (casi de pecado) y de suciedad: suele ser grosero y/o abusivo; en las relaciones entre las personas, igualmente, suele haber una constante de intento de dominio, con un acusado componente sexual en el personaje del coreógrafo y algún otro; la violencia gravita de forma permanente en la película, en la mayoría de las escenas, con una presencia de la sangre (arañazos, cortes, acuchillamientos...) muy a tono con el sadismo que observo. Todo es retorcido, brutal, obsceno, desbocado, sangriento, y el trazado de los personajes, puesto al servicio de estos defectos, es hiperbólico, excesivo en los vicios. Y la razón es muy sencilla: que todo es esencialmente malévolo; la historia tiene un toque diabólico, cada uno de sus personajes está dominado por algún objetivo-obsesión-pecado que le corrompe, ya sea el éxito-soberbia, la envidia o el sexo-lujuria. De hecho, la principal línea argumental es la transformación de Nina, que empieza como inocente cisne blanco y acaba como enloquecido cisne negro, absorbida por el mal en su persecución del éxito. ¿Es esta la moraleja? ¿Es "El cisne negro" una película depravada o todo lo contrario, un sermón moralizante que utiliza uno de los recursos favoritos de los predicadores más retrógrados y puritanos, ya desde la Edad Media: dibujar el pecado con tintes horrendos y enlazarlo luego con un castigo igual y merecidamente horrendo? Interprételo cada cual como quiera. 
   Concluyo. "El cisne negro" es una película bien rodada, con buen ritmo, acertada escenografía y algunas escenas de gran belleza plástica. Las interpretaciones de los actores me parecen buenas, ajustadas al argumento y a sus personajes: parecen creérselos ellos mismos y los hacen creíbles. Es obvio que sus creadores pretendían producir una historia desasosegante y, sin duda, lo han conseguido. A pesar de estas virtudes tan claras, la película no me ha gustado, por ese exceso que creo que también he dejado claro.   
  

domingo, 6 de marzo de 2011

Un auto sacramental

Con el título de "Destino oculto", se ha estrenado estos días una película que os recomiendo no ver, a pesar de que está protagonizada por mi admirado Matt Damon. Por sus planteamientos, a mí me recuerda un  poco a "Abre los ojos", de Amenábar, pero al parecer está basada en otra fuente, una novela de Philip K. Dick, un escritor que ha suministrado ideas para numerosas y conocidas películas. Como la citada de Amenábar, "Destino oculto" versa en torno al tema de si las personas somos en realidad libres y auténticas dueñas de nuestros actos y destinos o meros y automáticos actores involuntarios de un plan de vida trazado por una mano superior que desconocemos. Tal y como está planteada la historia, esa mano superior recuerda demasiado al Dios de toda la vida, aunque se oculte de una manera a la vez chusca y un tanto ridícula bajo denominaciones como el Director, un Director-Dios a cuyas órdenes trabajan unos ángeles-funcionarios ataviados con abrigos largos que les dan apariencia de esos burócratas del departamento de estado de las "pelis" de espías. La alegoría va más allá y alcanza incluso a vehículos y oficinas, lo que arroja un cielo la mar de parecido a una multinacional americana, vaya. Si este argumento más propio de un auto sacramental calderoniano de aquellos del siglo XVII que versaban sobre cuestiones de dogma tales como la Santísima Trinidad o el libre albedrío resulta ya poco atractivo y un tanto trasnochado, la historia sobre la que se materializa no mejora las cosas, ya que constituye una sucesión de episodios que se mueven entre lo insípido, lo descabellado y lo ridículo. De los personajes, mejor no hablar; solo diré que la chica de la que se enamora el protagonista compone un modelo de mujer que haría comprensible un levantamiento del feminismo mundial.
Últimamente, veo al cine americano en un plan muy místico. Estoy pensando sobre todo en la relación que percibí entre  "La carretera", basada en la novela de Cormac McCarthy, y "El libro de Eli", película de 2010 protagonizada por Denzel Washington. Mientras que la primera es una espeluznante especulación sobre lo que podría ser el apocalipsis, con una humanidad sin esperanza en la que a los que conservan la decencia les está asignado el papel de víctimas de los desalmados caníbales en que se han convertido el resto, la segunda parece ser la deliberada réplica cristiana de la anterior y en ella, a una humanidad sometida a castigos similares a los de "La carretera", le queda un rayo de esperanza: el libro de Eli, que no es otro que la Biblia. Sin ser una mala película, queda bastante lastrada por este planteamiento ideológico: los tiempos que corren no son apropiados para el cine de catequesis.