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lunes, 16 de noviembre de 2009

2012

La verdad es que fui a ver esta película atraído por la espectacularidad de los avances que había visto, pero creo conveniente deciros cuanto antes que no me gustó y que no os la recomiendo, porque, aunque la esperada espectacularidad ciertamente no falta a la cita, no es menos cierto que es prácticamente lo único potable de la película y, francamente, resulta muy poco aliciente para 150 minutos sentado en la butaca, más aún, si se tienen en cuenta algunos serios defectos que también asoman a la pantalla.
Antes de pasar a un análisis más detallado, quisiera señalar que el director de 2012, Roland Emmerich, lleva algún tiempo copiándose a sí mismo, pues es autor también de Independence day, Godzilla y El día de mañana, todas las cuales, junto con 2012, comparten entre sí elementos argumentales o estructurales que este cineasta parece rotar como ingredientes de cocina y saca unas veces aquí y otras allá. Me refiero a aspectos como la catástrofe descubierta y/o estudiada por algún científico en quien al principio nadie cree, el protagonista aquejado por un divorcio no muy bien digerido o una mala situación familiar, la sucesión de escenitas iniciales en puntos muy alejados del planeta para mostrar la dimensión universal de la catástrofe que en cada caso nos ocupa o la presencia -inevitablemente meliflua y divinal- del presidente de los Estados Unidos.
Todo eso está en 2012 y recuerda mucho a las otras, con lo que tal vez Emmerich debería dejar de repetirse o renovar un poco su repertorio. Y quizás algo más, quizás debería echarle un poquito más de gracia y calidez a lo que hace, porque 2012 recuerda también a otra película: La guerra de los mundos (2005), pero la recuerda para mal, porque en ésta su director, Steven Spielberg, sí logra comunicar al patio de butacas la angustia y el terror en que se ven envueltos sus personajes, que atraviesan situaciones bastante parecidas a las de 2012, mientras que los de Emmerich se pasan la película viendo cómo la tierra se hunde literalmente bajo sus pies sin lograr en ningún momento, ni ellos ni las escenas, transmitir la menor credibilidad.
Esto, en resumen, es lo que hay, aderezado con al menos 50 minutos de sobra, que se van por lo general en escenas cargadas de sentimentalismo barato, patrioterismo o puros absurdos que no encajarían en ningún guión que se preciase mínimamente. No os recomiendo ir: 150 minutos y seis euros con ochenta céntimos pueden invertirse en cosas mejores.

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